Artículo publicado en EFEVerde
Las emisiones de CO2 de las zonas áridas desencadenadas por el viento se producen a escala global debido a la llamada «ventilación subterránea», un proceso de transporte gaseoso que origina estas emisiones desde el interior del suelo a la atmósfera , según un estudio liderado por el CSIC.
Según señala en una nota la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), los resultados de esta investigación, publicados en la revista Global Change Biology, destacan el papel de las zonas áridas y semiáridas en estas emisiones.
Y es que este grupo de investigación ha desarrollado por primera vez un modelo estandarizado que identifica la ventilación subterránea, un proceso de emisión de gases de efecto invernadero poco conocido.
El algoritmo diseñado se ha aplicado a nivel mundial con importantes resultados y se ha encontrado la presencia de eventos de ventilación subterránea en 1 de cada 3 ecosistemas analizados.
El trabajo de investigación ha sido desarrollado con la colaboración de un equipo multidisciplinar de investigadores de la Universidad de Granada (UGR), la Universidad de Almería (UAL), el Basque Centre for Climate Change (BC3), el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), el Instituto de Investigación del Sistema Tierra en Andalucía (IISTA- CEAMA) y el Centro Andaluz para la Evaluación y Seguimiento del Cambio Global (CAESCG).
Ocupan el 45 por ciento de la superficie terrestre
Los ecosistemas áridos y semiáridos ocupan aproximadamente el 45 % de la superficie terrestre y constituyen el mayor bioma del planeta, aunque, sin embargo, están poco estudiados en las redes internacionales de medición de gases de efecto invernadero (GEIs).
Debido a su baja actividad biológica, la dinámica del carbono de los ecosistemas semiáridos tiene características que los hacen únicos.
En ellos, la dinámica del carbono está fuertemente asociada con las variaciones en los factores abióticos, como pueden ser la radiación solar, la presión atmosférica o la velocidad del viento.
«Llevamos casi dos décadas midiendo los intercambios de carbono y agua entre la superficie y la atmósfera, junto con otras variables meteorológicas, en varios ecosistemas semiáridos localizados en el sureste de España mediante el empleo de la técnica Eddy Covariance», explica Francisco Domingo Poveda, investigador del CSIC de la EEZA y coautor del estudio.
En varios de estos ecosistemas se aprecia la ocurrencia de un proceso brusco y prolongado de emisión de CO2 durante el período estival, lo que llevan años estudiando, señala Domingo.
La ventilación subterránea es un método de transporte gaseoso muy eficiente que puede llegar a dominar el flujo de CO2 a escala de ecosistema durante la estación seca.
«Considerando que la ventilación subterránea podía ser el factor más importante que determinaba la variabilidad en el balance anual de carbono de nuestros ecosistemas analizados, decidimos estudiar la presencia de la «ventilación subterránea» en otros ecosistemas para determinar su presencia a nivel mundial», explica María Rosario Moya Jiménez, investigadora del CSIC de la EEZA.
Estudio en 145 ecosistemas no forestales
Los investigadores diseñaron un algoritmo capaz de detectar la presencia de eventos de ventilación. El modelo se aplicó en 145 ecosistemas abiertos (zonas no forestales) seleccionados para el estudio.
Para ello se utilizaron datos disponibles en abierto en las redes internacionales de medición de GEIs FLUXNET, Ameriflux, OzFlux y AsiaFlux, que almacenan datos recopilados con la técnica ‘Eddy Covariance’ por todo el mundo.
Es justamente en unas de estas redes, en FLUXNET, la única red que es global, donde el grupo de investigación tiene también subidos sus propios datos históricos de medición accesibles para todo el mundo.
Los resultados obtenidos confirmaron la presencia de los eventos de «ventilación subterránea» a escala global. El 34 % de los sitios analizados reportaron la ocurrencia de este fenómeno.
La ocurrencia y magnitud de las emisiones de CO2 producidas por «ventilación subterránea» estaban directamente relacionadas con la intensidad de la turbulencia atmosférica en superficie provocada por el viento.
La radiación solar incidente (generadora de turbulencia atmosférica) también constituyó una importante variable ambiental relacionada.
Áridos y semiáridos
De aquellos ecosistemas en los que se identificó la presencia de eventos de ventilación, el 84 % correspondieron a ecosistemas clasificados como áridos y semiáridos.
En concreto, la mayoría de eventos de ventilación se detectaron en condiciones de sequedad con valores de humedad del suelo por debajo del 30 % de la humedad específica de cada sitio. Esta condición respondía a una característica inherente del ecosistema (aridez) y/o a un fenómeno extremo (sequía).
Las proyecciones climáticas futuras sugieren un aumento de las sequías y una expansión de las zonas áridas como consecuencia del calentamiento global y los cambios en los regímenes de precipitación.
Según estos resultados, esta tendencia puede producir un incremento en la ocurrencia de la ventilación subterránea en estas áreas, ya que la humedad mínima del suelo es un prerrequisito previo para la ocurrencia de la ventilación.
Sin embargo, los investigadores sugieren que no es seguro que las tierras más áridas vayan a liberar más CO2 a la atmósfera a través de la «ventilación subterránea», ya que el factor que determina la magnitud de estos flujos de emisiones es la disponibilidad de CO2 almacenado en el suelo disponible para ser ventilado.
«El algoritmo diseñado constituye una herramienta útil para detectar de forma eficaz en investigaciones futuras las emisiones de CO2 producidas por eventos de ventilación. Su consideración, evitará fallos en los modelos de predicción y ayudará a mejorar la capacidad de reacción ante perturbaciones en estos ecosistemas», concluye Moya.
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