Carlos Gutiérrez Hita, Universidad Miguel Hernández
Cada vez es más habitual que en viviendas unifamiliares o pequeñas comunidades de vecinos se instalen paneles solares y otras tecnologías para la generación de electricidad y su autoconsumo.
Sin embargo, siendo España un país privilegiado en cuanto a horas de sol se refiere, la implantación de estos sistemas dista mucho de estar generalizada. Lo que es más impactante es que está por detrás de países como Alemania, donde la cantidad de horas de sol anuales es bastante inferior, y sin embargo lidera la producción a nivel europeo.
¿Qué falla en España? No basta la implicación gubernamental para dar a conocer este tipo de generación. La regulación española dista mucho de ser la adecuada y existe bastante incertidumbre sobre su aplicación y continuos cambios.
La generación fuera de red bajará los precios
La instalación de sistemas de autogeneración debería ser una prioridad para los gobiernos. No solo por motivos medioambientales, sino también de bienestar y economía de las familias.
Además de que los costes de instalación se han reducido drásticamente debido a la mejora tecnológica y al aumento de la demanda, este tipo de instalaciones nos ayuda a concienciarnos de la cantidad de energía eléctrica consumida. Por otro lado, rebaja el poder de mercado de las grandes empresas generadoras al reducirse la cantidad de energía negociada en el mercado mayorista.
A medida que el autoconsumo con excedentes se generalice –y estas instalaciones fuera de red puedan inyectar energía en las redes de transporte y distribución, además del autoconsumo– bajará la capacidad de las empresas generadoras para influir en el precio final de la electricidad, al ser la demanda dentro de la red más reducida.
El negocio de las grandes productoras
En la medida en que la generación de energía eléctrica tenga lugar en el punto de consumo, las productoras en red verán disminuir su capacidad para fijar precios en el mercado mayorista. La clave está en que ese es el precio de referencia para las comercializadoras españolas que venden electricidad a los consumidores finales.
Además, si se opta por verter a la red los excedentes de energía no consumida, por reducidos que sean, el efecto será multiplicativo. Esto plantea a las empresas productoras dos opciones:
- Incrementar la instalación de plantas renovables dentro de la red sujeta a subasta (un sistema de pujas) y gestionada por el operador del mercado, a la vez que se introducen en el mercado de instalaciones fuera de red. Esto incrementaría la competencia en el sector.
- Limitar la proliferación de generación de energía renovable, tanto dentro de la red como fuera de la misma.
Si hacen lo primero, a corto plazo su capacidad para influir en el precio final disminuirá a medida que aumente la generación de electricidad con tecnologías renovables, pues esta influirá negativamente en el precio final (haciéndolo descender).
A largo plazo, cuantos más hogares comiencen a generar parte (o toda) la electricidad consumida, más brusco será el descenso de la demanda. Es por eso que existe un incentivo perverso para llevar a cabo la segunda estrategia, manteniendo en niveles bajos el incremento de la generación de energía eléctrica fuera de la red y limitando la generación en red mediante plantas renovables.
La regulación del mercado
¿Por qué observamos precios de la energía eléctrica tan volátiles y sujetos a las fluctuaciones de los precios de los combustibles fósiles? Hay dos motivos para ello:
- Todavía se depende en gran medida de los combustibles fósiles para generar electricidad.
- La regulación del sector eléctrico es deficiente, especialmente en España.
Es una reclamación constante desde el mundo académico, tanto por parte de economistas como de ingenieros, la necesidad de mejorar la regulación del sector para que las grandes empresas no puedan ejercer su poder de mercado manejando las distintas tecnologías para fijar precios altos de casación.
Una regulación que incentive la generación con fuentes renovables y que discrimine por tecnologías la remuneración de la generación aplanaría los precios finales. Sin embargo, es difícil alcanzar el consenso necesario para la confección de reglas de mercado eficaces.
El futuro, ¿sombrío?
Pues depende. Disminuir la dependencia energética de los combustibles fósiles y tener acceso a la electricidad a precios moderados está ligado a cuestiones de oferta y demanda.
Por el lado de la oferta, como ya se ha dicho, la regulación es muy importante. Por el lado de la demanda, la cuestión depende no solo de que los gobiernos lleven a cabo medidas que favorezcan la implantación de estos sistemas, sino también de la concienciación ciudadana y la voluntad de gestionar eficientemente el consumo de electricidad. No solo el bolsillo de las familias está comprometido, sino también el sostenimiento del planeta y las generaciones futuras.
Carlos Gutiérrez Hita, Profesor titular de Universidad. Economía industrial (transporte, energía, telecomunicaciones), Universidad Miguel Hernández
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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