Los costos del cambio climático y las nuevas decisiones globales

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Política

Por: Ana Maclamp

Están científicamente probados los costos asociados al cambio climático y frente a ello las nuevas decisiones no solo están dando vueltas en los gobiernos, sino fundamentalmente salen de las salas de negocios de las principales empresas y las agencias financieras globales.

Los avances normativos en los países nórdicos, hacia sus propias empresas, son un claro ejemplo de ello. Por otra parte, las últimas decisiones de Barcelona y España, en general, al declarar emergencia climática; así como los reclamos incesantes de gran parte de la ciudadanía de Gran Bretaña, por ejemplo, por pedir acelerar el compromiso de carbono cero al 2030, nos indican que esta parte de Europa ya tiene el norte claro: no más carbón ni petróleo.

Todo esto ocurre mientras en China y Estados Unidos, el proceso se resiste desde sus gobiernos centrales aunque se reflexiona intensamente desde su ciudadanía, en las calles. Esto es perverso, debido a que la mayor parte de la emisión de gases de efecto invernadero viene de estos países, además de Rusia e India. Sin embargo, empresas del propio Gran Bretaña como BP, a pesar de la exigencia en las calles londineneses, siguen en la búsqueda de yacimientos de combustibles fósiles.

Pero es más preocupante aun, debido a que regiones y países dependientes de estas grandes economías, como aquellas ubicadas en América Latina, están obligadas a seguir promoviendo la industria de combustibles fósiles. Perú, por ejemplo, sigue apostando por nuevas inversiones en pozos petroleros, desde sus principales agencias de gobierno como Perupetro y Proinversión. Ello es por su clara dependencia a las industrias extractivas como ocurre con Australia, también, pero desde otro ángulo; desde el lado desarrollado. Hace muy poco BP ha desembarcado en las costas pacíficas para desarrollar una nueva exploración en el mar peruano. Menudo despropósito

Los costos futuros y los casos australiano y peruano

No es fácil medir el costo futuro de este tipo de inversiones, que traen diversas distorsiones y efectos colaterales. Por ello es que gran parte del análisis, que se pueda hacer hoy sobre los próximos años será inexacto. Ocurre, por ejemplo, con los costos asociados a los últimos incendios en Australia o los incesantes desastres que atraviesa el norte peruano después de los fenómenos de el Niño o la Niña.

La pérdida de vidas humanas inocentes, la afectación al infraestructura, la devastación de la vida silvestre y la angustia de perder su propio hogar no se pueden medir en un balance general. Esto debe tener un tipo de evaluación particular. Incluso entonces, es probable que se subestime los costos reales. Eso es porque muchos economistas se centran solo en lo inmediato. Se incluirán los beneficios de la reconstrucción e ignorarán los costos a largo plazo. Un ejemplo palpable son los miles de millones de dólares perdidos en los fallidos procesos de la Reconstrucción con Cambios (proceso peruano luego de los desastres climatológicos) Lo mismo ocurre con las inversiones públicas en infraestructuras que se hacen debido a los efectos de las inundaciones o desastres naturales, probadamente vinculados al cambio climático.

Hay algunas reflexiones que se deben considerar en la ecuación, cuando se combina con la sequía, inundaciones o los riesgos de cambios físicos que podría sufrir los diversos valles peruanos, por ejemplo y sus miles de hectáreas cultivables. Así es. Debe verse los impactos en dos de las mayores industrias de exportación más importantes en algunas economías: la agricultura y el turismo. Se podrían sufrir daños profundos y duraderos. Esos costos solo aumentarán si no se hace nada a tiempo y los efectos colaterales como sequía, inundaciones o desbordes y borrascas, se hacen cada vez más severos y recurrentes.

En un último informe australiano, hablando de esta actividades mencionadas que son agricultura y turismo, se afirma que si se manejan correctamente, ambas industrias son sostenibles. Mientras que la extracción de minerales dura solo hasta cuando los minerales, como el carbón, tengan un valor en el mercado. Por ejemplo, el Consejo de Minerales de Australia admite que, en la producción actual, Australia se agotará del carbón negro dentro de 125 años . ¿Y luego qué? Este tipo de consecuencias atraviesan los países productores de carbón y petróleo que tienen sus días contados.

Impacto económico

Aquí un dato interesante del impacto económico de este proceso. Las exportaciones rurales australianas tienen un valor de $ 45 mil millones al año , según el Departamento de Asuntos Exteriores y Comercio. Los turistas extranjeros gastaron alrededor de la misma cantidad en el año hasta finales de junio pasado.

Los números son aún más marcados cuando se trata de empleo. El Department of Foreign Affairs and Trade (DFAT) estima que 646,000 australianos trabajan directamente solo en turismo, 14 veces más que los 47,000 empleados en la minería del carbón.

Mina de carbón de corte abierto

Mientras tanto, el Banco de la Reserva de Australia no se hace ilusiones sobre el futuro. «Más allá de los próximos años, las perspectivas para los precios y la demanda del carbón son cada vez más inciertas, particularmente para el carbón térmico», dijo.

«Muchos de los principales destinos de exportación de carbón térmico de Australia, incluidos China, Japón y Corea del Sur, están abandonando la generación de electricidad con carbón».

Según reza el informe «muchos creen que Australia enfrenta algunas decisiones difíciles cuando se trata de políticas de carbón y energía. Ese no es el caso. Las elecciones ya se han hecho en salas de juntas de las principales empresas en el mundo». Las empresas saben lo que viene, aunque algunas como BP tratan de asegurar esta ventana de oportunidad que brinda el espacio temporal del carbono cero hasta el 2050.

¿Qué hacer en esta ventana?

Mientras no se defina con claridad y severidad el costo del carbono y las futuras COPs, como la COP 26 en Glasgow, sigan siendo un saludo a la bandera, seguiremos con esta ambiguedad corporativa y gubernamental entre un discurso responsable y preocupado; y una práctica extractiva y expansionista donde las normas estén más relajadas. Actitud bipolar, al fin y al cabo.

Claro, este tipo de procesos son mejor canalizados por países como Australia que tienen las espaldas financieras, infraestructura y consolidación institucional desarrollada. ¿Qué ocurrirá con países como Perú, por ejemplo, que tiene muchos desafíos económicos e institucionales que salvar? ¿Qué ocurre con zonas frágiles y de una alta biodiversidad como la selva amazónica? ¿Debemos seguir promoviendo este tipo de inversiones en el mar o selva peruana, por ejemplo? Aquí hay un tema para reflexionar, por el impacto colateral potencial de este proceso, en todo el mundo.

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