El covid-19 ha despertado una sed de innovación en los negocios para reinventar una vida cotidiana a salvo de contagios. Cuando todo es extraño, se hace menos raro probar lo nuevo
Por: Marta García Aller
Antes de que el coronavirus paralizara la economía mundial, ya existían los probadores virtuales. Hace varios años que prometen transformar las tiendas, pero han seguido siendo una de esas tecnologías pintonas más pensadas para el ‘postureo’ futurista que para su aplicación práctica. Hasta ahora, muchas tiendas que instalaban estos inventos buscaban conseguir lo que en el sector se denomina ‘efecto wow’. Es decir, más pensados para deslumbrar a los clientes con un avance tecnológicamente vistoso que en promover realmente su uso. También esto ha cambiado con la llegada de la pandemia, que está despertando una sed de innovación para reinventar la vida cotidiana a salvo de contagios.
En los últimos años, los escáneres del cuerpo y el rostro han ido perfeccionándose, pero no pasaban de ser una curiosidad de las ferias tecnológicas en las que te podías llevar tu propio cuerpo impreso en 3D y convertido en llavero. En las próximas semanas, sin embargo, puede ser más útil que nunca recrear una reproducción exacta del cuerpo en un avatar virtual, cuando uno ya no puede probarse directamente la ropa que quiere en la tienda o percibe que puede poner en riesgo su salud al hacerlo por miedo al covid-19.
La consultora tecnológica EY ha lanzado en plena cuarentena un ‘sastre virtual’ convencida de que ahora sí que servirá para incentivar la demanda de las tiendas de ropa, uno de los sectores afectados por los cierres durante la cuarentena que empiezan ahora su reapertura con toda la cautela. El usuario de este probador virtual solo deberá someterse a un escaneo de su silueta durante 40 segundos, similar al de los escáneres cilíndricos de los aeropuertos, para obtener en menos de un minuto un avatar 3D que estará en la nube y en su ‘smartphone’. Con esa recreación exacta y en 3D de su propio cuerpo, el cliente puede comprobar cómo le quedaría cualquier prenda de la tienda mirando la pantalla de su móvil. La firma de consultoría asegura que las medidas son tan precisas que pueden utilizarse para la confección de una prenda a medida.
¿Qué acogida tendrá una tecnología como esta? Depende de si logra o no convertirse en un estándar de la industria y lo invasivo para la privacidad que lo encuentren los usuarios. Curiosamente, el escaneo podría realizarse en menos de 40 segundos, pero han preferido que no sea más rápido para evitar que los clientes se mareen al dar la vuelta sobre sí mismos. Una prueba más de que para el éxito de una tecnología no solo influirá lo exactas que sean las mediciones de sus algoritmos, también cómo de extraño se sienta el usuario al someterse a esta prueba. Esa es la principal ventaja que van a tener los desarrollos de estas nuevas tecnologías que hasta ahora no habían logrado una implantación masiva: cuando todo es extraño, ya nada es extraño.
En un momento como este en el que todo se hace raro, cuesta menos probar algo nuevo. Entrar a una tienda enfundados en mascarillas y guantes, embadurnados en gel hidroalcohólico y teniendo cuidado de guardar dos metros de distancia con cualquier otro cliente o empleado tampoco es que vaya a ser una experiencia de usuario muy normal. Y cuando la normalidad no existe, cualquier innovación que se perciba como útil tiene menos barreras de adaptación. De ahí que los próximos meses pueda vivirse una aceleración inusitada en la incorporación de nuevas tecnologías digitales que hace tiempo que existen pero a las que nunca se les había hecho mucho caso fuera de las ferias tecnológicas.
«La aceptación de las cadenas está siendo muy buena porque resuelve barreras de uso y facilita la comodidad y la seguridad»
La reapertura de las tiendas está afectando a la operativa diaria del sector textil en un modo hasta ahora desconocido. Las prendas que se prueban los clientes deben ponerse en cuarentena para garantizar su desinfección, lo que implica un aumento de costes, al tener que contar con más ‘stock’ para garantizar la disponibilidad del producto. Además, la limitación de aforo reducirá la afluencia de clientes y está aumentando las compras ‘online‘. “Hemos hecho más de 800 pruebas del sastre virtual con gente de la oficina y el resultado es más exacto que cuando las medidas las toma un humano”, afirma Javier Vello, socio responsable del sector Retail & Consumer Products de EY. “La aceptación de las cadenas está siendo muy buena, porque resuelve barreras de uso y facilita la comodidad y la seguridad”.
El futuro del teletrabajo más allá de la videollamada
La crisis sanitaria no solo puede ser el momento perfecto para reinventar los probadores, hay otros sectores en los que las nuevas tecnologías relacionadas con la inteligencia artificial y la recreación virtual pueden pasar de ser una curiosidad a convertirse en una necesidad. A la realidad virtual, por ejemplo, otra de esas eternas promesas llamadas a reinventarlo todo, le estaba costando desarrollar en el mercado aplicaciones prácticas más allá de sectores como el entretenimiento, la cultura y la educación. En los últimos dos meses, sin embargo, han demostrado un prometedor incremento.
La realidad virtual (RV) y la realidad aumentada (RA) pueden haber encontrado en la cuarentena el momento perfecto para dar un salto en su implantación. Las agencias inmobiliarias, por ejemplo, están acelerando el uso de las visitas virtuales a los inmuebles ahora que las visitas en persona aún están restringidas.
Además, la realidad virtual promete dar una vuelta de tuerca más a las reuniones de trabajo. La empresa Spatial recrea reuniones virtuales que mejoran la interacción personal en el teletrabajo porque permiten manipular objetos y darse la mano con los avatares de los compañeros. Digamos que el resultado es una mezcla entre Second Life y Fortnite. Ante el auge del teletrabajo, el uso de esta plataforma es temporalmente gratuito y permite, igual que Zoom, invitar con un enlace a cualquiera a que participe en la reunión.
Otro de los usos de la realidad virtual que podría despegar en los próximos meses si la economía tiene que reactivarse en medio de fuertes medidas de seguridad anticovid-19 y mucha distancia física son los cursos de formación a distancia en entornos donde la formación siempre había sido presencial. Ya hay empresas de distribución probando nuevas técnicas de clases virtuales para que los empleados del súper aprendan a cortar pescado y preparar un mostrador. Nunca antes las empresas habían tenido el incentivo de invertir en que sus empleados aprendieran desde casa con gafas virtuales, pero cada vez es más complicado que la plantilla interactúe en el mismo sitio.
Los códigos QR también han pasado de ser una curiosidad a ser fundamentales para transmitir información al cliente ahora que los folletos pueden percibirse como un objeto portador de virus y los bares y restaurantes necesitan que los clientes accedan a su menú sin papeles de por medio. Lo mismo pasa con los sistemas de pago sin contacto, que dejan de ser accesorios para convertirse en imprescindibles.
«El gran riesgo de un momento como este, en el que hay más receptividad para adaptar nuevas tecnologías que faciliten las medidas de seguridad»
Con otras tecnologías, como el uso de drones y de GPS para controlar aglomeraciones en los espacios, están surgiendo más reticencias por el miedo a la vulneración de privacidad. Pero no solo ya hay ciudades que están utilizando drones para controlar espacios públicos, como Madrid y Marbella. También son cada vez más las grandes empresas de construcción que los emplean para sobrevolar y controlar infraestructuras sin tener que enviar empleados a las obras.
Sin embargo, implantar tecnologías novedosas no siempre es una buena idea. El gran riesgo de un momento como este, en el que hay más receptividad que nunca para adaptar nuevas tecnologías que faciliten las medidas de seguridad e higiene, es que también proliferen muchos inventos sin certificación ninguna que prometan soluciones imposibles a las empresas dispuestas a experimentar. Que sea el momento de probar cosas nuevas no quiere decir que todas funcionen en el medio plazo. No olvidemos que siempre hay tecnologías que se pasan varias décadas prometiendo ser el futuro pero la realidad se obstina en negarles un hueco en el presente
Artículo publicado en El Confidencial
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