Al calor de los fondos europeos, la Xunta de Galicia busca movilizar más de 1.100 millones de euros para impulsar una factoría que será capaz de elaborar hasta 200.000 toneladas anuales de viscosa, una fibra textil que se obtiene de la madera
Galicia se ha propuesto llevar a cabo una integración estratégica del sector textil y el forestal, aprovechando su gran experiencia en ambos campos. La gestión sostenible de los bosques gallegos a través de la producción de fibras textiles a partir de viscosa es uno de los proyectos que forman parte del Polo para la Transformación de Galicia, una iniciativa de colaboración público-privada que agrupa ocho proyectos con los que la Xunta de Galicia pretende optar a los fondos europeos Next Generation , creando 30.000 empleos.
Desde la Consejería de Economía de la Xunta señalan que «el proyecto tiene como finalidad la gestión forestal sostenible, así como el aprovechamiento de otros residuos con componente celulósico, para la fabricación de fibras textiles sostenibles, como por ejemplo, el lyocell». La planta tendrá una capacidad de 150.000-200.000 toneladas anuales y «contará con los más altos estándares de sostenibilidad, impulso a los servicios ecosistémicos que aportan los bosques a la sociedad y con tecnología puntera», resaltan. La cifra de inversión programada para el proyecto de producción de fibras textiles sería de 1.140 millones de euros, gracias a la colaboración público-privada. «La financiación se concretaría cuando se sepa si puede optar finalmente a los fondos europeos y qué cantidad podría llegar a recibir a través de este mecanismo», aclara la administración gallega.
«Este proyecto intenta cuadrar varias líneas estratégicas interesantes, basado en el Pacto Verde europeo: descarbonización, materiales basados en recursos biológicos y con una integración estratégica de sectores», indica Juan Picos, director de Escuela Ingeniería Forestal de Pontevedra, de la Universidad de Vigo. «Puede favorecer a los dos sectores porque busca completar, desde el punto de vista forestal, los ciclos productivos, y se enlaza con un sector estratégico como el textil», añade.
Bioeconomía
Se trata de valorizar en España estos productos de valor añadido «y además hacerlo a través de la producción de un material basado en la bioeconomía sustituyendo otros productos que proceden de fibras», resalta el ingeniero forestal. Juan Picos destaca también la importancia de esta iniciativa que supone «atraer inversiones, es una jugada a muchas bandas». En su opinión, se trata de captar inversiones en el sector de la fibra sostenible procedentes de cualquier parte del mundo. «En Galicia está el conocimiento, la materia prima del sector forestal y la voluntad que procede de un plan forestal sostenible», apunta. Para impulsar el proyecto hace falta montar bien el discurso y tener «la capacidad de financiar al conjunto de empresas, probablemente alguna con capital gallego, para que sea un negocio viable», puntualiza.
Para entender el potencial de este proyecto hay que tener en cuenta que estamos hablando de bosques de vocación productiva y que desde los años 90 en Galicia se trabaja en un plan forestal sostenible. A nivel internacional, los productos que quieren ser verdes, deben estar en el sistema de certificación forestal. «La madera que se utiliza en Galicia cumple todas las legislaciones estatales y hay también una serie de esquemas de certificación, se audita su trazabilidad. Cuando el producto llega al consumidor final se puede conocer el viaje realizado por la madera, y debe quedar reflejado en la etiqueta», apunta el director de la escuela.
Estamos hablando de un sector de oportunidad, que va a crecer mucho y en el que se van a desarrollar nuevas patentes y tecnología. «Hay que subir ahora al barco antes de que zarpe, lo lógico es aprovechar nuestro conocimiento del sector forestal y textil. En diez años veremos cosas que ni imaginamos», avisa. «Los textiles basados en madera son fibras químicas de polímeros naturales. Mediante una transformación química se convierten en tejido y son biodegradables», explica Antonio Solé, consultor formador en tecnología textil, y docente en el Instituto Europeo di Design. Fibras como la viscosa, el modal, la polinósica o el lyocell, todas ellas celulósicas, «están entrando mucho en la moda, incluso el bambú, aunque no procede de la madera», añade.
Mucho futuro
Para este experto en la materia es evidente que «las biofibras van a crecer. Además, no estamos hablando de fibras de precios altos, son asequibles. Desde que se obtiene la fibra, la tecnología que se usa es la estándar». Contar con una fábrica de fibras textiles es, a su entender, una necesidad. «Estamos desindustrializados y más en el sector textil. Todas las empresas europeas vendieron su ‘know how’ y maquinaria a China para abaratar costes. No tenemos capacidad para crear tejido, como se pudo ver al inicio de la pandemia», matiza.
Han llegado para quedarse. En un sector de la moda que necesita ser cada vez más sostenible, las biofibras, que son biodegradables, están lejos de ser una moda pasajera.
Lyocell, una fibra descubierta en los 80
Desde hace unos años vemos a algunos de los gigantes de la moda como Zara, H&M o ASOS apostando por el lyocell, o tencel, su nombre comercial. «Fue en los años 80 cuando la firma inglesa Courtaulds, intentando mejorar en el proceso de fabricación de la viscosa tradicional, muy contaminante por entonces, fue a parar a una fibra que tenía unas cualidades muy parecidas al poliéster por su resistencia y durabilidad, pero con naturaleza celulósica, ofreciendo suavidad, brillo… Es una fibra fantástica», resalta Antonio Solé. Courtaulds incluso realizó en España los primeros proyectos de hilatura de lyocell. A finales de los 90 la marca inglesa vendió el tencel a Lenzing , que es quien actualmente fabrica este tejido. «No es una fibra nueva, tiene sus años, pero con el boom de la sostenibilidad, está saliendo más a la luz», recuerda este consultor formador en tecnología textil.
Por: Belén Rodrigo, ABC
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