Una reflexión sobre cómo la crisis del COVID-19 ha afectado a la salud mental de toda la población, y provocado que mucha gente sea consciente de la importancia de cuidarla.
La preocupación sanitaria, la incertidumbre laboral, la falta de libertad que tenemos y tan necesaria con los protocolos Covid, así como la inseguridad de un futuro incierto conllevan a que dibujemos una nueva realidad social.
Son muchas las personas que no están pudiendo gestionar de forma adecuada sus emociones en este nuevo panorama. Es por ello que el consumo de benzodiacepinas, antidepresivos, sustancias estupefacientes y el alcohol, ingredientes que anestesian la mente pero que no mejoran esta situación, van en aumento.
El miedo nos debilita. Las preocupaciones y el bloqueo emocional pueden llevarnos a enfermar si no prestamos la atención necesaria a este comportamiento, bastante generalizado ya, y minimizamos el impacto que pueda tener en nuestra salud física y mental.
La salud mental es un problema de todos, no solo de aquellos que llevan consigo una etiqueta, y poco nos estamos preocupando por facilitar herramientas a la sociedad para que aprendan a gestionar sus emociones.
Un alto porcentaje de la población tiene la costumbre de reaccionar en vez de responder a lo que pasa. Nos han enseñado a escondernos de nuestras emociones, a suprimirlas, medicarse y huir de ellas.
Escapar de los sentimientos buscando vías externas, anestesiando nuestros sentidos para aliviarnos y alejarnos un ratito, no es la solución. No se puede curar lo que no se siente.
Mientras sigas evadiéndote de tus sentimientos, estarás negando tu realidad y si intentas cerrar la puerta y pensar «no me apetece pensar en esto o en aquello», te aseguro que vas a pensar más. Así que la mejor opción es que abras la puerta a ese sentimiento, siéntate con él y hazle compañía. Luego ya decidirás cuánto tiempo vas a aferrarte a él.
No dejo de leer artículos de las consecuencias que está teniendo el Covid-19 en nuestra salud mental, focalizándose en problemas como la depresión, el estrés o la ansiedad, principalmente en adultos y jóvenes. Sin embargo, poco se habla de que determinadas habilidades, prácticas positivas y estados de ánimo que también ayudan a los adolescentes y adultos a sobrellevar y seguir creciendo aún en pandemia. Las personas podemos soportar altos niveles de estrés y mantener una salud mental positiva.
Las consecuencias a largo plazo para las generaciones más jóvenes y mayores, así como grupos de alto riesgo, incluidos los trabajadores sanitarios como aquellos que carguen ya con una mochila de afecciones de salud mental, deben ser una prioridad.
Esta pandemia ha provocado que, a lo largo de estos meses, algunas personas hayan reflexionado sobre distintos aspectos de su vida, tomando decisiones y estableciendo propósitos, entre ellos la mejora de la salud mental. Comprender las formas efectivas e individualizadas de afrontar tal situación es de gran importancia.
A veces lo que más nos cuesta hacer para cuidarnos es pedir ayuda. Urge enseñar estrategias a la población para mantener y construir recursos sociales y emocionales para promocionar una buena salud mental en el futuro.
Por: Verónica Rey, quincemil
Comments are closed