Mejorar la gestión del agua pasa por conocer su verdadero valor. Es vital que la humanidad se reconecte con la realidad física, química y socioeconómica de este recurso y de su importancia, no solo para nosotros, sino para todos los ecosistemas y seres vivos
La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el 22 de diciembre de 1993 la decisión de celebrar cada 22 de marzo el Día Mundial del Agua. El tema elegido para 2021 es la valoración del agua; el valor ambiental, social y cultural que la población del planeta le da a este recurso vital y a su importancia para todos los seres vivos.
El 22 de marzo de 2020, pocas semanas después de la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud, celebramos este día grande en casa, confinados y con miedo, bajo el lema ‘Agua y Cambio Climático’. Pero la situación, además del cambio climático, nos hizo hablar entonces del agua como la mejor arma para protegernos contra la COVID-19, de su importancia para hacer frente a los días duros que teníamos por delante, de un servicio esencial y una gestión clave para el bienestar de toda la sociedad. Un día, unos meses, un año, en los que de verdad vivimos y comprendimos el valor del agua, en los que apreciamos el trabajo que no se ve y que hay detrás de la comodidad de abrir un grifo y tener el agua que necesitemos.
Y paralelamente, para ser conscientes de los miles de millones de personas en el mundo que no disponen de este recurso y que no pueden contar con esta arma contra el virus. Hoy en día, 2.100 millones de personas viven sin acceso seguro al agua en su casa, lo que afecta a su salud, educación y forma de vida.
Mejorar la gestión del agua pasa por conocer su verdadero valor. Es vital que la humanidad se reconecte con la realidad física, química y socioeconómica de este recurso y de su importancia, no solo para nosotros, sino para todos los ecosistemas y seres vivos del planeta.
Uno de los primeros impactos que está teniendo la crisis climática -el mayor desafío ambiental que tiene actualmente la humanidad- es la menor disponibilidad del agua. Otro de nuestros desmanes, reflejado en ríos y acuíferos, es la contaminación. Pervive una idea de los ríos presidida por su función de arrastre, que los convierte en vertedero de todo aquello que no queremos ver ni oler.
Por otra parte, la crisis climática está también detrás de la mayor frecuencia con que estamos sufriendo fenómenos meteorológicos extremos que dan lugar a desastres mal llamados “naturales”. En el V Informe de Evaluación del Cambio Climático del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, conocido por el acrónimo en inglés IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), se recuerda que el “90% de los desastres naturales de los últimos 18 años han sido avenidas, sequías y tormentas, desastres que han afectado a 4.200 millones de personas desde 1992”. Tras ello, como han certificado diversos estudios científicos, emerge de nuevo el cambio climático.
Según se plantea en el Perfil Ambiental 2018, referido exclusivamente al cambio climático, y elaborado por la Sociedad Pública de Gestión Ambiental (Ihobe), dependiente del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco, algunos de los impactos en Euskadi serán el cambio progresivo de variables climáticas (temperatura media, precipitaciones, etcétera); mayor frecuencia y severidad de eventos extremos (inundaciones, olas de calor); subida del nivel del mar (ascenso de entre 29 y 49 cm para finales de siglo, retroceso de playas y aumento del riesgo de inundaciones); disminución del aporte de agua en invierno y primavera (6-13%); y el 6,2% de la superficie actual de la Comunidad Autónoma del País Vasco podría verse afectada por el ascenso del nivel del mar.
Hoy en día, 2.100 millones de personas viven sin acceso seguro al agua en su casa, lo que afecta a su salud, educación y forma de vida
Por otra parte, el cambio climático también parece que debe estar detrás del aumento de eventos de meteorología severa como las olas de calor, las inundaciones, las lluvias torrenciales y los vientos fuertes. En Euskadi, durante el período 2001-2018, según el citado Perfil Ambiental 2018, la ocurrencia de este tipo de eventos extremos muestra una tendencia ascendente, habiéndose registrado ese último año 12 episodios severos.
La atenuación del cambio climático (reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero) constituye el núcleo de las políticas en materia de cambio climático. Sin embargo, las experiencias y previsiones de más inundaciones y sequías, del aumento del nivel del mar y de otras condiciones climáticas extremas están impulsando cada vez más a adoptar medidas para adaptarse a las nuevas realidades climáticas. Consumir y desperdiciar menos agua es un elemento clave de estas estrategias de adaptación. Algunos países europeos cuentan con estrategias y planes de adaptación y han llevado a cabo evaluaciones de vulnerabilidad y riesgo que les ayudarán a gestionar los efectos del cambio climático.
Cada vez más ciudades y regiones están tomando medidas para adaptarse a la crisis climática, como es el caso de Euskadi. Así, nuestra comunidad hace un año emprendió el proyecto LIFE Integrado Urban Klima 2050 con una veintena de entidades implicadas lideradas por la Sociedad Pública de Gestión Ambiente (Ihobe), dependiente del Gobierno vasco. Dicho proyecto aglutina 40 acciones de mitigación y adaptación a los efectos del clima en tres áreas de la geografía vasca: costas, cuencas de los ríos y áreas urbanas. Un ejemplo de algunas de las acciones emprendidas son las intervenciones para adaptar la costa vasca al cambio climático, como la instalación de un sistema de monitorización mediante video en la Bahía de la Concha, así como en el paseo marítimo de Zarautz, que en los temporales queda rebasado por el mar.
Por otro lado, se está trabajando en soluciones naturales en los tres territorios. Se han emprendido acciones como el asesoramiento para la creación de parcelas con cultivos agroecológicos y la restauración de áreas periurbanas en Vitoria-Gasteiz. En Donostia, se ha naturalizado la zona de la presa de Artikutza y se han llevado a cabo las tareas previas de reforestación en Oberan. En Bermeo, se ha habilitado un nuevo paseo peatonal y está en proceso la recuperación del área natural de Tonpoi.
También se está trabajando en diversas acciones para favorecer la mitigación del cambio climático. Un ejemplo es la herramienta de cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel comarcal que se ha desarrollado en el marco del proyecto, y que permitirá a las entidades comarcales calcular su huella de carbono y las emisiones de gases de efecto invernadero de su territorio. Una herramienta basada en la que ya utilizan los municipios gracias a Udalsarea 2030, la Red Vasca de Municipios Sostenibles en la que se integran 191 municipios vascos.
Estamos ante un desafío global, que en Euskadi presenta sus características propias, y que se deberá analizar desde una posición integradora y con la mirada puesta en el corto, medio y largo plazo. Conscientes de ello, hemos de hacer lo máximo posible por preservar la calidad de nuestro ríos y demás ecosistemas acuáticos, reduciendo al máximo la contaminación, repensar nuestros modelos de usos del agua, y garantizar una gestión trasparente del agua que no deje resquicio alguno para las malas prácticas, implicando al conjunto de la población en la nueva cultura del agua, abandonando los tradicionales enfoques de “oferta” sustentada sobre la base de grandes infraestructuras hidráulicas, por estrategias de “gestión de la demanda” y de “conservación” y “restauración” del recurso y sus ecosistemas acuáticos.
Fuente: elDiario.es
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