El seguimiento de estos témpanos de hielo se estrecha; van camino de ser un semáforo de la crisis climática
Era una fruta madura; a punto de caer. El ultimo iceberg gigante desprendido de la Antártida se disgregó el pasado 26 de febrero de la plataforma Brunt, al norte del continente helado. Pero el hecho no causó ninguna sorpresa entre los investigadores, que ya venían observando la enorme grieta que se había formado en esta plataforma. El iceberg, que ha sido bautizado como A74, medía “al nacer” 1.270 km2 (con 150 metros de espesor), una superficie similar a la suma de la extensión de Menorca y Eivissa.
Los investigadores del British Antartic Survey (BAS), que efectúan un seguimiento de los icebergs, no saben cuál será el comportamiento del nuevo témpano de hielo. Al ser elemento flotante y dependiente de las corrientes marinas, su ruta es un misterio. Puede quedarse encallado o por lo contrario puede comenzar a navegar y alejarse de la plataforma de hielo.
El nacimiento de cada iceberg ha dejado de ser un hecho inesperado, pero genera una rutinaria alarma por sus posibles consecuencias. La plataforma Brunt se cuartea, como muchas otras en la Antártida, y obliga a efectuar un estrecho seguimiento.
Los icebergs no solo preocupan por los riesgos que pueden comportar para la navegación marítima o los impactos ecológicos.
Van camino de convertirse en un semáforo de la crisis climática.
Hay dos formas principales en que los hielos pueden partirse. Los glaciares de Groenlandia o la Patagonia se desmoronan por la parte delantera cuando el agua más caliente o tibia socaba la base del hielo. En cambio, “los icebergs, planos, grandes y tabulares que se forman alrededor de la Antártida se gestan cuando las plataformas de hielo flotantes se rompen”, explica a este diario Oliver Marsch, glaciólogo del British Antarctic Survey.
Entretanto, el principal fragmento del iceberg A68, separado de la plataforma Larsen (Antártida) en julio del 2017, continúa su particular periplo en el mar abierto, en el Atlántico sur, en una ruta que la ha ido acercándose a las islas Georgia del Sur (territorio británico de ultramar).
Este es el iceberg de mayor tamaño de los últimos 10 años; y en el momento de su formación tenía 5.800 km2, la mitad de la provincia de Lleida (12.150 km2). Sin embargo. en los últimos meses se ha ido desintegrando. Ahora solo mide 660 km2, poco más que la isla de Eivissa (572 km2).
Mide 660 Km2, como Eivissa
Desde el 2017, el A68 se ha ido desintegrando en su periplo por el Atlántico Sur
La presencia del A68 a la costa de Georgia del Sur llegó a despertar hace unos meses los temores de un impacto sobre tierra firme y sobre los hábitats marinos y costeros en una zona considerada como un gran refugio de vida silvestre. Si estas moles se atascan, las criaturas que viven en el lecho marino corren el riesgo de ser aplastadas y causar daños duraderos en los ecosistemas.
“Los grandes icebergs pueden interferir directamente la capacidad de los pingüinos para llegar a sus zonas de alimentación o bloquear el paso para llegar a sus colonias”, señala a este diario Povl Abrahamsen, un oceanógrafo del British Antartic Survey, que ha viajado a la zona.
En las épocas de cría, la distancia que deben recorrer focas y pingüinos para encontrar comida es clave.
Por eso, si la presencia de un iceberg les obliga a hacer un gran desvío, la consecuencia tal vez sea que no van a regresar a tiempo con sus crías para evitar que mueran de hambre.
Los científicos están estudiando otros muchos impactos de los icebergs sobre los ecosistemas, nos explica el oceanógrafo Abrahamsen.
Por una parte, el agua del deshielo que se vierte al océano puede afectar el fitoplancton, que está en la base de la cadena alimentaria, lo que a su vez podría afectar al krill y a la abundancia de los peces que comen los pingüinos.
Por otro lado, los icebergs profundos también pueden llevar nutrientes a las aguas superficiales, lo que aumentaría la productividad. “Esperamos comprender mejor los impactos reales del témpano a partir de los datos del barco y del planeador”, señala refiriéndose a los efectivos enviados a la zona.
Relación con el cambio climático
El nacimiento de icebergs no puede atribuirse directa y mecánicamente al cambio climático, señalan los científicos. “Los icebergs se forman de manera natural fruto de la perdida de hielo de la Antártida y equilibran la acumulación de nieve. No hay muchos más icebergs ahora que en el pasado”, declara a La Vanguardia Oliver J. Marsh (del BAS). No obstante, los modelos predicen que una Antártida más cálida en el futuro verá incrementados el número de témpanos a medida que se retiren las plataformas de hielo y los glaciares.
Aunque no haya datos sólidos que demuestren que la destrucción de los glaciares se refleje en un aumento de icebergs, “la evolución climática reciente y la respuesta observada de los mantos de hielo (al calentamiento), hace esperable un incremento en la formación o dimensión de los icebergs”, afirma Isabel Cacho,catedrática de la Universidad de Barcelona especialista en paleoclimatología. En cualquier caso, la capa de hielo de la Antártida es un indicador importante del cambio climático y el motor del aumento del nivel del mar.
Subida del nivel del mar
En cualquier caso, sí existen cada vez más datos y más sólidos que indican un aumento preocupante en la velocidad de deshielo de los grandes mantos polares, particularmente durante la última década.
Y el aumento del deshielo polar es una de las manifestaciones del cambio climático, aunque los glaciares de Groenlandia están siendo todavía más afectados por el deshielo que los antárticos (lo que constituye un claro reflejo del exceso de calentamiento del ártico, la región planetaria que se está calentando a una velocidad más rápida).
La Antártida, inicialmente, mostró una respuesta más ambigua al calentamiento global, gracias a que las corrientes oceánicas y atmosféricas que la circundan le conferían, y confieren todavía, un cierto aislamiento al calentamiento global. Pero determinadas zonas de la Antártida han quedado más desprotegidas de esta protección térmica y son las más vulnerables al deshielo.
Las corrientes oceánicas y atmosféricas que circundan el continente más meridional le han venido confiriendo un cierto aislamiento al calentamiento global. Aun así, determinadas zonas de la Antártida han quedado más desprotegidas de esta protección térmica y son las más vulnerables al deshielo.
Contribución creciente
Los deshielos de la Antártida han elevado el nivel del mar en 7,6 milímetros en 25 años
“Nuestra mejor estimación es que la Antártida perdió 2,72 billones de toneladas de hielo entre 1992 y 2017, lo que significa un aumento de nivel medio del mar de 7,6 milímetros”, nos dice Marsh. Esto equivale a 0,3 milímetros al año en estos 25 años estudiados. Globalmente, la subida del mar está siendo ya de 3,5 milímetros al año a consecuencia de todos los deshielos del planeta.
La vertiente más occidental, la que se extiende hasta la península Antártica, “es la zona que muestra las mayores tasas de deshielo del continente antártico”, explica Isabel Cacho. “Estamos trabajando mucho para comprender las tasas de adelgazamiento y derretimiento del hielo en el área del glaciar de Thwaites” (en la zona occidental de la Antártida), nos concreta Marsch.
En ese área occidental, afectada por corrientes de aire más cálidas que en el resto del continente, los cambios oceanográficos “favorecen la llegada de masas de aguas menos frías de lo habitual, que desestabilizan la base de los glaciares”, lo que favorece los deshielos y la formación de icebergs”, explica la profesora Cacho.
Las aportaciones de los glaciares de la Antártida a la subida del nivel del mar son objeto de estrecho seguimiento.
Cuando el hielo continental fluye a través del glaciar hacia las zonas costeras forma plataformas sobre el océano. Por eso, tanto los glaciares con base marina como su colapso como icebergs “no solo contribuyen a subir el nivel del mar, sino que además pueden contribuir a acelerar el flujo del glaciar continental que alimentaba esa plataforma”, añade Cacho. “Y si este aumento de velocidad no se compensa con un aumento de precipitación, el resultado es que el glaciar vaya progresivamente reduciendo sus dimensiones”.
Las estimaciones recientes indican que la contribución de los mantos polares (de la Antártida y Groenlandia juntos) a la subida global del nivel del mar (datos del 2017) rozaba los 20 milímetros desde 1979. Pero “si no tomamos medidas drásticas para contener nuestras emisiones de gases”, esta contribución podría duplicarse, dice Cacho.
Esta evolución es todavía más preocupante si se tiene en cuenta que el hielo polar (producido en la Antártida, Groenlandia) es sólo el tercer factor en importancia que contribuye a la subida del mar, tras la expansión térmica y la aportación de los glaciares de montaña.
Hasta hace pocos años, los glaciares de los cordilleras y montañas del planeta eran la segunda causa de la subida del nivel del mar, pero en estos momentos los glaciares polares le están tomando el relevo y arrebatando esta posición. “Se han acelerado mucho en la última década”, resume Isabel Cacho.
Isabel Cacho, paleoclimatóloga de la UB
«Su colapso en icebergs puede contribuir a acelerar el flujo del glaciar continental»
Isabel Cacho es catedrática de la Universitat de Barcelona especialista en paleoclimatologia y centra sus estudios en analizar el papel de los océanos en los cambios climáticos. Dentro del máster de oceanografía y el grado de ciencias del mar de la UB, enseña cómo es esta relación entre el océano y el clima con una perspectiva histórica muy amplia.
-¿Por qué nos deben interesar o preocupar los icebergs?
-Muchas son las razones, pero destacaré dos que nos afectan directamente y que despiertan más preocupación. En primer lugar, conviene decir que menos hielo significa un descenso en el llamado “albedo” terrestre; esto quiere decir que la tierra refleja menos energía solar y por tanto se calienta más. Los especialistas en paleoclimatología sabemos que este “albedo” ha sido, junto con los gases de efecto invernadero, uno de los procesos de retroalimentación climática más poderosos a lo largo de los ciclos climáticos naturales. Quiere decir esto que el albedo ha amplificado enormemente el impacto de los cambios climáticos pasados, un claro ejemplo son los ciclos glaciares e interglaciares del Cuaternario. El deshielo actual está ya amplificando el calentamiento del planeta inducido por nuestras emisiones de gases invernadero.
En segundo lugar, otro factor altamente preocupante es la subida del nivel del mar global. El hielo de los glaciares antárticos, y también de Groenlandia, es hielo formado a partir de precipitaciones sobre las zonas polares; por tanto es agua que previamente se evaporó del océano, que los glaciares atraparon y no permitieron su retorno. En el momento que se produce su deshielo, se cierra el ciclo y contribuyen por tanto a la subida del nivel del mar.
-¿Cuál es la contribución de los iceberg o los glaciares a la subida del nivel del mar?
-Las estimaciones recientes indican que en el 2017 la contribución de los mantos polares (Antártida y Groenlandia juntos) a la subida global del nivel del mar rozaba los 20 mm (desde 1979); y si no tomamos medidas drásticas de contener nuestras emisiones esta contribución se estima podría llegar a ser de 400 mm. Este valor es todavía más preocupante cuando se tiene en cuenta que el hielo polar es solo uno de los múltiples factores que están contribuyendo a la subida del nivel del mar. Hasta ahora el deshielo de los glaciares de montaña ha tenido una mayor contribución a la subida del nivel del mar que la Antártida y Groenlandia juntas, pero esta situación puede cambiar en un futuro muy próximo.
-¿Cómo contribuyen las plataformas heladas sobre el mar y los iceberg a la subida del nivel del mar?
-Primero conviene aclarar que el hielo que no contribuye a la subida del nivel del mar es el que denominamos hielo marino, aquel que se forma a partir de la congelación del océano. Este es un hielo que encontramos en el Ártico y alrededor de la Antártida. Pero el hielo que se sitúa sobre la Antártida y Groenlandia es el que llamamos hielo continental, que se forma a partir de la congelación de precipitaciones y por tanto es agua que se ha evaporado del océano. Esta separación entre tipos de hielos da pie a confusión cuando este hielo continental llega a zonas costeras y a menudo continúa su crecimiento sobre el océano formando plataformas de hielo. Aunque se sitúan sobre el océano, se trata de hielo continental, que se formó en tierra y el flujo el glaciar lo ha arrastrado hasta el océano. Por tanto, el deshielo, o colapso en icebergs, de glaciares con base marina (como ha pasado recientemente) no solo contribuye a subir el nivel del mar, sino que además puede contribuir a acelerar el flujo del glaciar continental que alimentaba esa plataforma, y si este aumento de velocidad no se compensa con un aumento de precipitación, el resultado es que el glaciar vaya progresivamente reduciendo sus dimensiones.
Por: Antonio Cerrillo y Alan Jurgens, La Vanguardia
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