Mientras Estados Unidos hizo negocios con las compañías farmacéuticas, el bloque europeo fue más conservador y confió en el libre mercado.
Las llamadas comenzaron en diciembre, cuando Estados Unidos se preparaba para administrar sus primeros lotes de la vacuna para la COVID-19. Ya entonces estaba claro que la Unión Europea llevaba unas semanas de retraso, y sus dirigentes querían saber qué podían aprender de sus homólogos estadounidenses.
Las preguntas del presidente Emmanuel Macron de Francia, de la presidenta Ursula von der Leyen de la Comisión Europea, y de Alexander De Croo, el primer ministro de Bélgica, eran las mismas.
“¿Cómo lo hicieron?”, recordó Moncef Slaoui, el zar de las vacunas de Estados Unidos, que le preguntaron en las llamadas. “¿Y qué crees que pasamos por alto?”.
Desde entonces, la brecha en la vacunación entre Europa y Estados Unidos no ha hecho más que aumentar, y algunos de los países más afectados al principio de la pandemia se enfrentan a una tercera ola mortal de infecciones. Francia, amplias zonas de Italia y otras regiones vuelven a estar confinadas. Unos 20.000 europeos mueren de COVID-19 cada semana.
El continente sufrió un nuevo revés cuando el temor a los coágulos sanguíneos y las hemorragias cerebrales llevó a varios países a suspender temporalmente la distribución de la vacuna de AstraZeneca. La mayoría de ellos reanudaron su uso el viernes, después de que el principal regulador europeo de medicamentos avalara su seguridad, pero la confianza del público en la inyección se ha visto muy afectada.
La salvación de la vacuna sigue siendo, por ahora, una tentadora pero aún lejana posibilidad. Solo un diez por ciento de los europeos ha recibido la primera dosis, frente al 23 por ciento en Estados Unidos y el 39 por ciento en Gran Bretaña.
No hay un único culpable. Más bien, una sucesión de pequeñas decisiones ha provocado retrasos cada vez más prolongados. El bloque fue comparativamente lento en la negociación de contratos con los fabricantes de medicamentos. Sus organismos reguladores fueron cautelosos y deliberativos a la hora de aprobar algunas vacunas. Europa también apostó por vacunas que no dieron resultado o tuvieron interrupciones en el suministro de manera significativa. Y los gobiernos nacionales obstaculizaron los esfuerzos locales con papeleo burocrático.
Pero la mayor explicación, la que ha perseguido al bloque durante meses, es tanto filosófica como operativa. Los gobiernos europeos suelen ser vistos en Estados Unidos como bastiones liberales y de gasto libre, pero esta vez ha sido Washington el que ha destinado miles de millones a los fabricantes de medicamentos y ha engreído a sus empresas.
Bruselas, en cambio, adoptó un enfoque conservador y cuidadoso del presupuesto que dejó el mercado abierto prácticamente intacto. Y ha pagado por ello.
En resumen, la respuesta actual es la misma que en diciembre, dijo Slaoui. El bloque adquirió las vacunas como un cliente. Estados Unidos, básicamente, se puso a trabajar con los fabricantes de medicamentos, gastando mucho más para acelerar el desarrollo, las pruebas y la producción de vacunas.
“Dieron por sentado que bastaría con contratar la adquisición de dosis”, recordó Slaoui, a quien el presidente Donald Trump contrató para acelerar el desarrollo de la vacuna. “En realidad, lo que era muy importante era ser un socio pleno y activo en el desarrollo y la fabricación de la vacuna. Y hacerlo muy pronto”.
El resultado en Europa es un esfuerzo de inoculación que va dando tumbos y ha provocado repercusiones políticas. Algunos de los países más ricos del mundo, que albergan fábricas que producen vastas cantidades de dosis al día, no pueden seguir el ritmo de otras naciones ricas para inyectar a su población y los líderes buscan a quién culpar de ello.
En comparación con casi todo el resto del mundo, la Unión Europea se encuentra en una posición admirable. Sus dirigentes dicen que están en condiciones de vacunar al 70 por ciento del continente para este verano. El bloque ha ordenado suficientes dosis para vacunar completamente a su población al menos tres veces, para consternación de los países que esperarán años para conseguir cobertura total.
Pero a los europeos les duele, sobre todo, ver que la vacunación británica vaya tan bien después de que el país salió del bloque. Todos quieren saber por qué la UE no ha triunfado.
‘No estaba preparada para un tiroteo’
La Unión Europea fue por detrás de Estados Unidos y Gran Bretaña desde el principio.
Washington ya había gastado miles de millones de dólares en ensayos clínicos y fabricación cuando Europa decidió poner en común sus recursos y negociar en bloque. A mediados de junio, la Comisión Europea, la rama ejecutiva del bloque, anunció una compra conjunta de vacunas con un fondo de 3200 millones de dólares.
En Washington, la Operación Máxima Velocidad, el programa de vacunas del gobierno de Trump, tenía un presupuesto de 10.000 millones de dólares. Los funcionarios europeos dicen que es injusto comparar ambas cifras porque ninguna de las dos cantidades da una idea completa de todo el dinero qu se ha gastado en vacunas. Pero no hay duda de que en Washington los funcionarios habían decidido que el dinero no era un problema si las vacunas podían evitar el costo económico de la suspensión de actividades. Europa, en cambio, tenía un presupuesto ajustado, por lo que sus negociadores fueron tras dosis más baratas.
“El precio ha sido importante desde el principio”, dijo Sandra Gallina, la principal negociadora de vacunas de la UE , a los legisladores en febrero. “Estamos hablando del dinero de los contribuyentes”.
El primer acuerdo de Europa, con AstraZeneca, llegó en agosto, meses después que el de Estados Unidos. Y aunque Europa negoció como un poderoso comprador, carecía de los poderes de adquisición en tiempos de guerra que el gobierno de Trump empleó para obtener las materias primas para las empresas.
Eso significó que el bloque no fue el primero en la fila para recibir las dosis.
Estados Unidos facilitó las negociaciones —sus críticos dicen que demasiado— al renunciar a cualquier derecho de propiedad intelectual y absolver a las compañías farmacéuticas de cualquier responsabilidad si las vacunas decepcionaban. Washington pagó el desarrollo y los ensayos; las empresas no tenían prácticamente nada que perder.
Los fabricantes de medicamentos esperaban las mismas concesiones en Europa, pero las idas y venidas sobre la responsabilidad fueron el principal obstáculo, dijo Gallina. Los negociadores europeos tuvieron que conciliar leyes de responsabilidad a terceros, dispares en varios países, y encontrar puntos en común entre los 27 líderes.
“En una crisis, siempre queda claro que la UE no es un país”, dijo Jacob Kirkegaard, del German Marshall Fund. Dijo que el bloque abordó la adquisición de vacunas como la negociación de un contrato, cuando en realidad “era un juego de suma cero con un suministro limitado”.
“No estaba preparada para un tiroteo”, dijo Kirkegaard.
Slaoui dijo que Washington y Londres abordaron la crisis al unísono. Recordó las reuniones quincenales con su homóloga británica, Kate Bingham, pero dijo que Europa siguió su propio camino.
“Si estás en la mesa desde el primer día, y pagas para ser el primero en escoger del menú, vas a comer primero”, dijo.
Apuestas equivocadas
Las instituciones europeas son, por diseño, reacias al riesgo. Uno de los principios fundacionales de la Unión Europea es el llamado principio de precaución: el bloque peca de precavido cuando los riesgos no están claros.
Esto, según algunos analistas, ha perjudicado al bloque. Los líderes alemanes defendieron una apuesta más fuerte por las vacunas de ARNm de Pfizer-BioNTech y CureVac, pero estas se basaban en una tecnología de ARN mensajero no probada y eran más caras. El bloque acababa de resolver un espinoso paquete de rescate económico, y los miembros estaban poco dispuestos a asumir más riesgos o gastos.
No ayudó que Europa apostara por el caballo equivocado en algunos casos. Gastó miles de millones en una vacuna candidata de la farmacéutica francesa Sanofi y la británica GSK que se retrasó más de un año tras obtener resultados decepcionantes.
Así que el bloque dependía en gran medida en AstraZeneca para sus primeros planes de vacunación, una apuesta que tuvo repercusiones desde el principio. Italia, por ejemplo, aceptó la apuesta de Europa por las dosis de AstraZeneca porque eran más baratas y no requerían temperaturas de almacenamiento extremas. Pero entonces los reguladores italianos recomendaron no administrar la vacuna a los ancianos hasta que se dispusiera de más datos, lo que dejó más vulnerable a la pandemia a un país con la población más envejecida de Europa.
Gran Bretaña también apostó fuertemente por AstraZeneca, pero su estrecha relación de trabajo con el fabricante de medicamentos y sus acuerdos tempranos le dieron una ventaja cuando la empresa tuvo problemas de suministro en enero. AstraZeneca ha recortado sus planes de suministro, comunicando a los líderes europeos que entregaría 100 millones de dosis menos a mediados de año, según la presidenta de la Comisión, Von der Leyen.
Esto ha enfrentado al bloque con AstraZeneca y la disputa ha saltado a la opinión pública. Los dirigentes de Bruselas han estado muy contentos de culpar a la empresa de las deficiencias y la disputa podría acabar en un tribunal belga.
Europa perdió aún más tiempo porque sus autoridades médicas tardaron en aprobar la vacuna de AstraZeneca, en un intento de tranquilizar al público de que era segura. Eso “nos costó dos o tres semanas de retraso”, dijo Von der Leyen esta semana.
El bloque se retrasó aún más cuando las autoridades nacionales de Alemania, Francia, Italia y otros países expresaron su preocupación por peligrosos coágulos y hemorragias, y suspendieron temporalmente el uso de la vacuna.
Aunque la Organización Mundial de la Salud y los reguladores europeos reafirmaron su seguridad, el daño estaba hecho. Solo uno de cada cinco franceses confía ahora en la vacuna de AstraZeneca, según una encuesta del Instituto Elabe publicada el martes.
Ahora Europa está adoptando un tono más agresivo para proteger sus intereses. Italia bloqueó un pequeño envío de vacunas de AstraZeneca a Australia a principios de este mes. Von der Leyen subió la apuesta esta semana, al amenazar con utilizar un mecanismo de emergencia, usado por última vez durante la crisis del petróleo de los años 70, que permitiría al bloque confiscar la producción de vacunas.
“Es difícil explicar a nuestros ciudadanos por qué las vacunas producidas en la UE van a parar a otros países”, dijo von der Leyen.
‘Un pequeño problema de comunicación’
A principios de este mes, Toon Vanagt, un empresario tecnológico belga, acompañó a su padre de 77 años a un centro de vacunación al norte de Bruselas. Vanagt, de 47 años, no cumplía los requisitos para recibir la vacuna, pero un trabajador del centro le ofreció una vacuna sobrante, que aceptó con gusto.
Millones de estadounidenses se han vacunado de esta manera, y las empresas de software se han apresurado a vincular a los pacientes con dosis que de otro modo caducarían. Pero en Bélgica, cuando Vanagt tuiteó que había sido vacunado, se convirtió en un mini escándalo. Las autoridades sanitarias reprendieron al centro de vacunación, que rápidamente se disculpó: “Un pequeño problema de comunicación, que se ha rectificado rápidamente”.
El despliegue de Bélgica es un ejemplo del rígido enfoque del continente a la hora de seguir las directrices de vacunación. En un país en el que las infecciones en las residencias de ancianos provocaron una de las mayores tasas de mortalidad per cápita, la política pretende dar estricta prioridad a los residentes más necesitados.
Muchos países europeos también están almacenando dosis para garantizar que todos los que reciben una primera inyección reciban la segunda a tiempo. Estados Unidos y Gran Bretaña han sido más flexibles y han optado por administrar más primeras inyecciones.
“En Estados Unidos hay un sistema mucho más flexible y liberal, y simplemente se vacuna a la gente que llega. Lo mismo ocurre en Reino Unido y puede ser más rápido. Aquí está bastante regulado”, dijo Steven Van Gucht, el principal virólogo del gobierno belga, que afirmó que era demasiado pronto para saber qué sistema es mejor.
Los contratiempos administrativos han agravado los problemas. En Fráncfort, Elke Morgenstern fue escoltada fuera de un centro de vacunación porque se inscribió utilizando la aplicación online equivocada. “Fue vergonzoso”, dijo Morgenstern, quien señaló que tenía derecho vacunarse debido a una enfermedad preexistente.
Debido a la escasez de vacunas de AstraZeneca, Morgenstern no puede reservar otra cita antes de mayo.
“Es una catástrofe cómo están manejando las cosas aquí”, dijo.
En la región italiana de Lombardía, que en su día fue el epicentro de la pandemia, la campaña de vacunación tuvo un comienzo lento, en parte porque el máximo responsable de la salud se negó a reunir a los trabajadores médicos durante las vacaciones de Navidad. Las dificultades técnicas agravaron los problemas en los centros de vacunación de la región.
“Algunas jornadas estuvieron vacías”, dijo Paola Pedrini, secretaria general regional de la federación italiana de médicos de familia. “En otros, convocaron a 900 personas cuando solo podían vacunar a 600”.
A pesar de todos los problemas, Slaoui dijo que los europeos están en una posición admirable. Según las cifras, el continente va unas cinco semanas por detrás de Estados Unidos, y se espera que el suministro de vacunas aumente constantemente. “Es demasiado tarde para haber dado el primer mordisco”, dijo. “Pero están en un buen lugar”.
Van Gucht, de Bélgica, está de acuerdo. Pero dijo que los líderes europeos probablemente tomarán lecciones nacionalistas de los últimos meses.
“Creo que confiamos demasiado en el libre mercado”, dijo. “Lo que hay que hacer desde el principio es asegurarse de producir las vacunas en tu territorio y de que se destinen a tu propia población”.
Por: Matt Apuzzo, The New York Times
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