Las próximas semanas nos jugamos mucho: el futuro del campo, de nuestra alimentación, de la vida en los pueblos y la conservación de la naturaleza hasta 2027. Nos jugamos la futura Política Agraria Común (PAC).
Todo un momento decisivo, que pese al bajo protagonismo que ocupa en el debate público, contrasta con las fuertes negociaciones y presiones en despachos.
No es para menos, es una de las políticas con más peso de la UE, de la que España recibe unos 7.000 millones de euros al año.
Estrategias del Campo a la Mesa y sobre la Biodiversidad 2030
Hoy hace un año que la Comisión Europea presentó las estrategias del Campo a la Mesa y sobre la Biodiversidad 2030, piezas clave del Pacto Verde Europeo.
Un gran anuncio para un cambio de modelo, el del sistema alimentario predominante que depreda sobre la salud de personas y ecosistemas, arrastrando en su deriva a las fincas familiares, ecológicas y de alto valor natural.
Pero acabó hace siete meses en un acuerdo decepcionante sobre las posiciones para la futura PAC del Parlamento Europeo y del Consejo de ministros de agricultura de la UE, plegados a los intereses de la gran agroindustria y a favor de una producción y consumo de alimentos industrializada que no funciona.
Estas estrategias asentaban las bases para una transición agroecológica hacia sistemas alimentarios sostenibles y resilientes, proponiendo un menor uso de tóxicos en la agricultura, fomentado la producción ecológica y espacio para la naturaleza en los campos.
Fincas agrícolas y ganaderas en España
Lejos de ser una agresión a la agricultura y ganadería española, se trata de una apuesta firme por el modelo mayoritario de producción en nuestro país.
Aproximadamente el 40% de las fincas agrícolas y ganaderas en España son de alto valor natural, muchas de ellas forman parte de la red Natura 2000 -para la protección de la biodiversidad-, y están en la avanzadilla de la producción agroecológica.
En ellas, se producen alimentos sanos y de calidad, respetando los ciclos de la naturaleza, la salud de las personas y el bienestar de los animales.
Paradójicamente, son estas explotaciones, que además dan vida a nuestros pueblos, las más desatendidas por los mercados, pero también por la PAC.
Estamos ante la última oportunidad para cambiar el rumbo y lograr la PAC justa y ‘verde’ que necesitamos para un futuro sostenible.
La próxima semana se reunirán en Bruselas el Consejo de Agricultura, la Eurocámara y la Comisión Europea (26 y 27 de mayo); y en junio, tendrá lugar la conferencia sectorial entre Ministerio de Agricultura y los Consejeros autonómicos del ramo.
El objetivo de estas reuniones será adoptar respectivamente las propuestas definitivas de reglamentos europeos de la Política Agraria Común y el Plan Estratégico nacional (PEPAC), que guiará su aplicación en España.
¿Tenemos tiempo de salvar la PAC todavía?
De acuerdo a un análisis de WWF, la mitad de las mejoras en las propuestas sobre las disposiciones ambientales de la futura PAC siguen corriendo el riesgo de ser descartadas en las negociaciones en Bruselas de la próxima semana, y el 18% ya se han desechado.
Aún está por decidir si se hacen obligatorias prácticas básicas, habituales por otra parte en la agricultura mediterránea, como es la rotación de cultivos, o el dedicar una superficie mínima en las fincas para la naturaleza.
Prácticas que, sin duda, tienen su beneficio agronómico -al mejorar la polinización de las cosechas- o, incluso, permiten un ahorro de costes, al potenciar el control natural de plagas o disminuir la proliferación de vegetación espontánea.
Hasta ahora, los acuerdos alcanzados a nivel europeo sobre la nueva PAC dan la espalda al Pacto Verde Europeo.
Ayudas directas
Añadido a esto, a nivel estatal, existe una preocupante falta de información por parte del Ministerio de Agricultura y las comunidades autónomas, sobre cómo se repartirán las ayudas directas –y más concretamente el llamado pago básico- de la PAC, que representan más de la mitad de su presupuesto.
Unas ayudas que históricamente han beneficiado principalmente a las grandes fincas dedicadas a la agricultura intensiva, dejando escaso margen para las dudas: hoy en día el 20% de los beneficiarios siguen acaparando el 80% de los fondos.
Sin embargo, no todo está perdido.
El marco europeo finalmente aprobado dejará aún suficiente margen de acción a los Estados miembro para que puedan diseñar un PEPAC con las medidas necesarias para asegurar una renta digna y el relevo generacional en las fincas de mayor valor socioambiental, a la vez que se promueven prácticas viables agronómicamente y positivas para el medio ambiente.
En opinión de WWF, las ayudas deben destinarse a la agricultura y ganadería de alto valor social y natural, como las de ganadería extensiva y, especialmente trashumante, o los mosaicos de leñosos en secano, en claro riesgo de desaparición.
Además, los nuevos pagos verdes (ecoesquemas) deben promover un cambio real e incentivador en la gestión de las fincas.
Sin olvidar el necesario apoyo a la producción ecológica, tanto con las ayudas directas como con las de desarrollo rural.
A la par, deben eliminarse los llamados subsidios perversos para la salud de las personas, el bienestar animal o la naturaleza.
Nueva PAC
En este caso, no podemos permitir una nueva PAC que siga apoyando la creación de nuevas superficies de regadío, tampoco modernizaciones de riego que no ahorren agua para asegurar el buen estado de ríos y acuíferos, ni inversiones públicas para el apoyo – directo o indirecto- a las macrogranjas.
En la misma línea, no se deben programar fondos públicos para aquellas explotaciones que perpetúen el empleo de agroquímicos, como es el caso de la agricultura de conservación basada en el uso de herbicidas.
La PAC que se acuerde finalmente decidirá si Europa y España sellan su compromiso por la alimentación sostenible que plantea el Pacto Verde o, por el contrario, da la espalda a la transición agroecológica que necesitamos las personas, el campo y el planeta.
Ojalá en 2027 no tengamos que arrepentirnos.
Por: Celsa Peiteado, EFE Verde
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