A finales del siglo XX, los países desarrollados optaron por la deslocalización de la mayoría de procesos industriales a países en vías de desarrollo, como Sudamérica o países asiáticos, con el fin de beneficiarse de unas regulaciones menos estrictas en términos laborales y medioambientales. Esta política está ahora pasando factura, ya que China ha resurgido como una gran potencia en industrias punteras, como los productos tecnológicos, como las baterías eléctricas, o la producción de tecnologías renovables. Si bien muchas de las empresas que operan en la China son extranjeras, este país proporciona no solo gran parte de la fuerza laboral, sino también la mayoría de los recursos naturales necesarios para la producción. Además, las empresas extranjeras han transferido el saber-hacer a las empresas nacionales que ahora buscan posicionarse como líderes en el sector.
Como se ha mostrado en el apartado anterior, la China ha conseguido tener un control casi monopolístico de la cadena de suministro del cobalto, controlando desde parte de la extracción hasta la fabricación de productos con este mineral.
Por su parte, Europa posee reservas de Cobalto muy limitadas, la mayoría de las cuales se encuentran en Finlandia, donde hay un importante yacimiento de cobre y níquel. Además, este país posee la segunda refinería más grande del mundo, haciendo de Finlandia el segundo productor de cobalto refinado detrás de China. También hay otra refinería en Bélgica que tiene potencial para crecer. Debe tenerse en cuenta, pero, que la mayor parte del ensamblaje de productos tecnológicos, como las baterías, ocurre en Asia (China, Corea del Sur y Japón). Esta situación, a la cual se le suma la crisis de la COVID-19 ha llevado a cabo la CE a constatar en su última publicación sobre materias primas críticas, la necesidad de reimpulsar la industria en el viejo continente. La UE admite la necesidad inmediata de crear más resiliencia en la cadena de suministro de estas materias críticas de forma sostenible y segura, consecuentemente proponen (European Commission, 2020):
- Desarrollar cadenas de valor resilientes para los ecosistemas industriales de la Unión
- Reducir la dependencia de materias primas fundamentales originales a través del uso circular de los recursos, la sostenibilidad de los productos y la innovación
- Fortalecer el abastecimiento y la transformación sostenibles y responsables de materias primas a escala interna en la Unión Europea
- Diversificar el suministro a través de un abastecimiento sostenible y responsable desde terceros países, reforzando el comercio abierto regulado de materias primas y eliminando las distorsiones al comercio internacional.
Un ejemplo de potenciación de la industria europea es la empresa Eurobattery Minerals, que se fundó en 2009 en Suecia. Esta empresa se dedica a la fabricación de baterías eléctricas, principalmente para vehículos eléctricos, y tiene por objetivo usar solamente materias primas europeas. Con el nuevo paquete de fondos verdes europeos, se quiere potenciar este tipo de industrias al igual que impulsar la circularidad de estas materias primas (European Commission, 2020).
Estados Unidos, por su parte, está tomando un camino diferente respecto al riesgo de suministro de cobalto. La estrategia adoptada por Estados Unidos ha sido entrar en una guerra comercial con China. Este conflicto ha sido titular en todos los periódicos desde sus inicios en 2018. Principalmente, EEUU acusaba la China de ser la causa de su déficit comercial, y empezó a subir los aranceles a gran parte de los productos provenientes de este país. Con esta guerra comercial, Trump pretendía impulsar la industria local para reducir la dependencia de China y así, evitar, el riesgo de ruptura de suministro de ciertas materias primas claves. Veremos como el nuevo presidente demócrata encara y afronta esta situación.
A nivel internacional, esta guerra comercial ya ha causado un descenso en la demanda, y consecuentemente, de los precios del cobalto, obligando a Glencore a cerrar algunas minas. De hecho, el Banco de Desarrollo Africano (AfDB) prevé una caída del 2.5% del PIB en los países africanos ricos en recursos naturales (Nyabiage, 2019). Si a esta situación se le suma la crisis generada por la Covid-19, se espera que el impacto sea todavía mayor. De hecho, el continente africano, poco afectado en número de víctimas y contagiados por la Covid-19, será una de las regiones más afectadas a nivel económico por el hecho de basar gran parte de su economía en exportaciones.
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