Artículo publicado en The Conversation por Ángel B. Gómez
Existen claros puntos de conexión entre el objetivo constitucional de una sociedad democrática avanzada y la definición constitucional de España como Estado social y democrático de Derecho.
Por un lado, está la actividad de los partidos políticos como instrumentos fundamentales para la participación política (artículo 6 de la Constitución). Por otro, su conexión con el artículo 23, que proclama el derecho fundamental a la participación política. Del papel constitucional de los partidos, en este sentido, podemos concluir que constituyen, de facto, la dirección política del Estado.
En tercer lugar, como elemento transversal, está la obligación constitucional de los poderes públicos de proteger el medioambiente, de velar por la utilización racional de los recursos naturales, y de la ciudadanía, de preservar el entorno desde la óptica de la solidaridad colectiva, en expresión literal constitucional (artículo 45).
En este trabajo común en pro de los valores democráticos y de la participación por los bienes comunes de la humanidad, uno esencial es la protección del medioambiente. Pero ¿goza de buena salud nuestro sistema democrático en este sentido?, ¿son realmente efectivos los derechos de participación política que tenemos?, ¿vivimos en una sociedad democrática avanzada en este inicio de la tercera década del siglo XXI?
Aparentemente, y en puridad constitucional formal, la respuesta a esos interrogantes sería afirmativa. Pero no debemos perder la perspectiva de que la democracia no solo es votar periódicamente. También es respeto permanente al conjunto de derechos y libertades en la esfera democrática, a las facultades de participación política de la ciudadanía.
Los ciudadanos buscan formas de participación
En la vida real y cotidiana del común de la gente, la justicia social y el respeto a nuestro entorno vital, nuestro medioambiente, están en cuestión. La ciudadanía busca nuevas formas de participación (iniciativas ciudadanas, asociaciones, movimientos sociales, acciones individuales de compromiso) al margen de los partidos políticos, con esos objetivos colectivos, para garantizar que se trabaja por el bien común desde las instituciones de representación democrática.
Este debe ser el papel de la ciudadanía en ese triple objetivo constitucional: conseguir que España sea realmente una sociedad democrática avanzada, que el derecho fundamental a la participación política avance y que la implicación ciudadana, derivada del ejercicio de dichas facultades constitucionales, nos lleve a un respeto mayor por los valores ambientales.
Sin proteger el medioambiente, el Estado social y democrático de Derecho que proclama la Constitución española quedaría obsoleto, desconectado de los problemas reales actuales. España debe marcarse, una vez consolidada la actual democracia tras más de cuatro décadas, el objetivo de conseguir una sociedad respetuosa con los valores de su entorno como un desarrollo de esa sociedad democrática avanzada de la que habla el preámbulo del texto constitucional español.
Es el derecho fundamental a la vida lo que está en juego, la protección del medioambiente no puede esperar, no tenemos planeta B como nos recuerdan nuestros jóvenes con una voz global clara y firme. La pandemia no ha hecho sino evidenciarlo, necesitamos otro modelo de vida, personal y en sociedad, y otro modelo de constitucionalismo que mire de manera intensa al interés general, a los bienes comunes de la humanidad, al cuidado de la vida en todas sus formas, a todos los seres vivos. En definitiva, evolucionar desde un constitucionalismo antropocéntrico a otro modelo de texto fundamental centrado en la naturaleza, un constitucionalismo de la naturaleza, de la tierra.
Los recientes procesos electorales federales de Alemania y municipales de Francia, dos Estados de referencia desde el punto de vista democrático, han evidenciado el avance de partidos políticos que tienen entre sus promesas electorales de forma clara el cambio de modelo, la apuesta por la inclusión de la protección del medioambiente entre los nuevos y estratégicos objetivos del Estado.
En torno a los conceptos de democracia, partidos políticos y medioambiente llevo años escribiendo, proponiendo y actuando (en iniciativas ciudadanas y de gestión local). Recientemente he publicado un ensayo en el que abordo el denominado Estado de partidos, su configuración constitucional en nuestro actual texto constitucional y su relación con un concepto avanzado de democracia en el que la ciudadanía tenga más compromiso real.
Y en relación al objetivo de sociedad de proteger el medioambiente escribí mi tesis doctoral, partiendo del estudio global de la protección del medioambiente y aterrizando en el objetivo constitucional de nuestro Estado, plasmado en uno de los principios rectores de la política social y económica, con la implicación de la ciudadanía como elemento de aplicación elemental.
Los jóvenes vuelven a salir a la calle
Además de la reciente sensibilidad ciudadana en lo político-electoral que mencionaba antes, el nuevo compromiso histórico de la Unión Europea a través del Pacto Verde Europeo, apostando por un cambio de modelo de crecimiento económico, o la fuerza de la juventud, que ha vuelto a aparecer en las últimas semanas en las calles de Europa (tras su enorme campaña de los “viernes por el futuro” en los años 2018 y 2019), recordando la necesidad de más compromiso político e institucional, son elementos para la esperanza en un futuro que mire a lo vivo, que apueste por la vida, tanto desde el compromiso y la responsabilidad individuales como desde la óptica político-institucional como nuevos objetivo de Estado.
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