Desde que son obligatorias, su consumo no ha hecho más que aumentar y se acumulan montañas de mascarillas desechadas, lo que genera un nuevo problema de contaminación
Las mascarillas se han convertido, muy a nuestro pesar, en compañeras habituales de nuestro día a día. Es cierto que son esenciales para protegernos del Covid-19, pero también han creado un nuevo problema de contaminación, en unos mares y océanos ya anegados de plásticos.
Desde que son obligatorias, su consumo no ha hecho más que aumentar y la necesidad de cambiarlas a diario hace que se acumulen montañas de mascarillas desechadas.
Preocupados por el impacto que su uso ya está causando en el medio ambiente, investigadores de todo el mundo han buscado fórmulas para darles una nueva vida y producir con los materiales plásticos con los que están hechas nuevos objetos: desde piezas de juguetería y automoción a macetas, pallets o muebles.
Pero, ¿cómo se transforman las distintas capas de materiales plásticos que componen una mascarilla en un nuevo producto?
Desinfección
En primer lugar, hay que desinfectarlas. «La bibliografía científica que se publicó al inicio de la pandemia, cuando era notable la escasez de mascarillas, indicaba varias métodos: UV (radiación ultravioleta), pulverización con peróxido de oxígeno en determinadas condiciones, calor… Nosotros hemos utilizado esta última acompañada de un pulverizado con etanol», explica a EL MUNDO Cristina Crespo, coordinadora de Tecnología de Itainnova, el Instituto Tecnológico de Aragón.
Una vez desinfectadas y troceadas, «el procesado es, como el de cualquier material plástico, mediante fundido en extrusión. El material se calienta hasta llegar a una temperatura en la que pasa a estado fundido y es en ese estado en el que se produce la mezcla para después llevarlo a un molde donde adquiere la forma final tras enfriarse. En general, productos sin grandes solicitaciones técnicas», añade.
Ahora bien, no todo es tan sencillo. Para que este proceso pueda darse a escala industrial -ahora, la mayoría de los proyectos están en fase de estudio- se necesita, por un lado, concienciar a la población de la necesidad de deshacerse de forma responsable de las mascarillas al igual que se hace con los envases de plástico, papel o los medicamentos y, por otro, organizar sistemas de recogida y reutilización. «No queremos ver nuestros ríos, montes o nuestras propias calles decorados con estos productos», argumenta Crespo.
De momento, son pocos los ciudadanos que saben cómo desechar la mascarilla que ya han utilizado. Lo más indicado, por el momento, mientras no existan contenedores específicos, es depositarla en una bolsa de plástico cerrada en el contenedor de otros restos. Aunque lo ideal sería que en un futuro existieran contenedores propios que permitieran su recogida hasta un punto de procesado para su posterior reciclaje.
Recogida y procesado
Precisamente esto es lo que ha estado haciendo desde su reapertura en junio de 2020 el Hotel Venetian de Las Vegas en colaboración con TerraCycle. Así, han recogido, separado y triturado las mascariillas utilizadas por sus clientes y personal para fabricar otros productos como amarres de ferrocarril y plataformas compuestas.
Pero éste no ha sido el único proyecto en el que participa esta empresa especializada en residuos difíciles de reciclar. O2, la filial de Telefónica en Reino Unido, firmó un acuerdo con TerraCycle para distribuir cajas de reciclaje en las tiendas que la operadora tiene en todo Reino Unido para todos los residuos derivados de equipos de protección individual (EPI) utilizados para prevenir el contagio del Covid-19 como guantes y mascarillas. El objetivo que se persigue con esta iniciativa es que «puedan ser recogidos, limpiados y reciclados de manera segura para producir nuevos productos de plástico».
Iniciativas individuales
Eso mismo pensó el surcoreano Kim Ha-neul , indignado por la cantidad de mascarillas que veía tiradas en los parques, calles o plazas de su ciudad. Este estudiantes de diseño de muebles se propuso darles un nuevo uso y las ha convertido en originales taburetes y sillas.
El pasado mes de junio, Kim instaló un contenedor para recoger mascarillas en su facultad en la Universidad de Arte y Diseño de Kaywon en la ciudad de Uiwang, en el sur de Seúl. En total, logró reunir 10.000 mascarillas usadas. Además, recibió más de una tonelada de mascarillas defectuosas que le enviaron de una fábrica.
Con todo este material, lo primero que hizo fue almacenarlas durante un tiempo para reducir el riesgo de transmisión del coronavirus. Después les quitó las gomas y la tira metálica nasal y con una pistola de calor las fundió sobre un molde a temperaturas superiores a 300 grados.
Así, logró unos originales taburetes hechos a partir de mascarillas blancas, rosas, azules o negras, que fueron muy aplaudidos por sus compañeros. «Tiene un mensaje tan fuerte», asegura en declaraciones a Reuters el estudiante de arte Park Sung-chan, de 20 años. «Esto nos recordará lo que hemos pasado en 2020 con el coronavirus y también es ecológico».
Kin ya tiene en mente fabricar otras piezas de mobiliario como sillas, mesas o lámparas a partir de mascarillas recicladas. De momento, ha iniciado una campaña para convencer al Gobierno surcoreano y a diversas empresas de la necesidad de desplegar contenedores propios para este tipo de residuos.
Dónde tirar las mascarillas
Aunque en algunas empresas y municipios se están distribuyendo contenedores propios para depositar mascarillas o guantes, lo cierto es que, de momento, son iniciativas aisladas. Hasta que este modelo se implante, el lugar correcto para deshacerse de este tipo de residuos es el cubo de la basura donde se depositan todos los restos que no se recogen de forma separada.
Es decir, en ningún caso se deben tirar en el contenedor amarillo (específico para los envases), ni en el verde (para el vidrio), ni en el azul (papel y cartón), ni en el marrón, que está destinado a la materia orgánica (restos de comida y vegetales).
Por: Isabel Munera, El Mundo
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