¿Réquiem al ESG como lo conocemos?

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Economía

En búsqueda de un nuevo sentido del modelo ESG

Por: Miguel Castañeda Loayza

La propagación del modelo ESG se inició allá por el año 2004. En esos momentos los inversionistas, el sistema financiero global y el gran sector corporativo creyeron haber encontrado la panacea a sus desafíos de gestión de riesgos, transparencia, legitimidad y reputación organizacional. «Mucha agua ha corrido bajo el puente” y hoy lo que abarca y se define en los marcos del ESG no es concordante con el sentido que fue concebido. 

¿Es el momento de hacer un replanteamiento de su concepto? ¿Habría que incorporar nuevos lineamientos e indicadores al modelo? ¿Debe, acaso, el sector de la autorregulación financiera de las grandes administradoras de fondos enfocarse en el problema mayor que es el ambiental, a través de las emisiones de GEI? ¿La ESG debe mirar hacia dentro de su estructura y alinear los pesos de cada una de sus letras? ¿Las nuevas regulaciones europeas como el CSRD o el SFRD lo estaría impactando?

Al fondo del sentido de creación de este modelo ESG hubo (y lo hay aún) un intento de hacer que el capitalismo funcione mejor. Para ello apelaron a los asuntos ambientales, sociales y de gobierno en un solo esquema integrado como modelo de gestión no financiero. Es cierto que también, con ello, se hace frente a la grave amenaza que representa el cambio climático, desde el gran sector corporativo. Esto era lo fundamental. 

La parte Social y de Gobernanza le daría un complemento vital a su estructura conceptual, pero, estoy casi convencido que un modelo ESG sin la letra “E”, nunca podría funcionar. Nos atrevemos a afirmar que un ESG con cualesquiera otras letras, que no fueran “S” o “G”, seguiría también teniendo el peso mayor en la “E”. El asunto del ambiente (clima) era preponderante. Lo es hoy, aun más. 

Lo que está pasando ahora es que, aunque ESG tiene muy buenas intenciones, su implementación actual no cubre a cabalidad la autorregulación del sector corporativo, en los aspectos no financieros. Sus tres letras no tienen un peso ponderado ni una integración apriopiada. Sigue siendo el asunto ambiental (climático, biodiversidad, recursos hídricos, contaminación, bosques, etc.) lo que más preocupa y mejor se mide. En esencia hay fallas profundas para su funcionamiento efectivo. 

Lo que ocurre, a partir de aquí, es que se corre el riesgo de implementar objetivos contradictorios para las empresas, que podría enfocar más energía y recursos en otros asuntos como una gobernanza entendida desde las aspiraciones de los shareholders sin involucramiento activo de las expectativas de los stakeholders más estratégicos. Esto puede estar distrayendo la atención de la tarea vital: abordar el asunto climático y otros temas ambientales.  

En cuanto a la “S” de Social, también las grandes corporaciones no han podido implementar acciones estratégicas que hayan contribuido con la sostenibilidad que se propugna en el modelo ESG. El tema de la sostenibilidad del entorno inmediato, aspecto que debería empezar a considerarse, es un asunto central en esta aseveración. Lo plantearemos, a detalle, en una publicación más profunda, cuando expliquemos nuestro modelo estratégico hacia la sostenibilidad de las organizaciones. 

Aquí hay otro tema concurrente que no podemos dejar de mirar. Los gobiernos muchas veces no alcanzan a solucionar las demandas ciudadanas y las grandes corporaciones siguen creciendo, desarrollándose y ampliándose a expensas, muchas veces, de externalidades ambientales y sociales negativas. Con esta problemática, casi recurrente, en especial en países del tercer mundo (casos emblemáticos de la minería en Perú, Bolivia y Colombia, por ejemplo), muchas personas sienten que las empresas deben resolver los problemas de la sociedad y servir a todas las partes interesadas.

Esto significa que se debe transitar de la primacía de shareholders hacia la inclusión de los distintos stakeholders en los beneficios e impactos positivos de las operaciones corporativas. Esto incluye a los proveedores y los trabajadores, no solo a los accionistas. En el caso de las empresas mineras aludidas, involucra comunidades campesinas y nativas pobres alrededor de sus operaciones. 

Hemos encontrado, al fondo, una especie de autoengaño y autocomplacencia institucionalizada que se resiste a revisar los fundamentos del ESG. Ya hay una serie de voces especializadas desde investigadores, académicos y líderes de opinión globalmente importantes que han puesto” el dedo en la llaga” Para los analistas de The Economist, por ejemplo, en su último informe especial sobre ESG, han encontrado tres problemas fundamentales. Lo recogen de manera bastante ilustrativa:

Desafortunadamente, ESG sufre de tres problemas fundamentales. En primer lugar, debido a que agrupa una serie vertiginosa de objetivos, no brinda una guía coherente para que los inversionistas y las empresas hagan las concesiones que son inevitables en cualquier sociedad. Elon Musk de Tesla es una pesadilla de gobierno corporativo, pero al popularizar los autos eléctricos está ayudando a abordar el cambio climático. Cerrar una empresa minera de carbón es bueno para el clima, pero terrible para sus proveedores y trabajadores. ¿Es realmente posible construir con rapidez un gran número de parques eólicos sin dañar la ecología local? Al sugerir que estos conflictos no existen o que pueden resolverse fácilmente, el modelo ESG fomenta el engaño.

El segundo problema de la industria es que no está siendo clara con respecto a los incentivos. Afirma que el buen comportamiento es más lucrativo para las empresas y los inversores. De hecho, si puede soportar el estigma, a menudo es muy rentable para una empresa externalizar costos, como la contaminación, a la sociedad en lugar de asumirlos directamente. Como resultado, el vínculo entre la virtud y el desempeño financiero superior es sospechoso. Finalmente, ESG tiene un problema de medición: los diversos sistemas de puntuación tienen grandes inconsistencias y son fáciles de engañar. Las calificaciones crediticias tienen una correlación del 99% entre las agencias calificadoras. Por el contrario, las empresas pueden mejorar su puntaje ESG vendiendo activos a un propietario diferente que los sigue administrando como antes.

Pasando por estas disyuntivas, algunos actores institucionales, administradoras de fondos, bancos y académicos están reflexionando sobre un replanteamiento. Ellos afirman que es mucho más efectivo centrarse simplemente en la “E” de ambiente, con todas sus implicancias y alcances. A partir de aquí darle el peso mayor al asunto de las emisiones. Así tendría que precisarse un nuevo modelo que vaya mucho más allá del actual ESG. ¿Cómo se está planteando ello? ¿Como una unidad interna especial? ¿Se debe construir una nueva unidad paralela? ¿Se debe replantear el modelo actual y que se revise sus letras y su consecuente sentido? Se afirma que con ello los administradores de fondos y los bancos deberían poder rastrear mejor las huellas de carbono de sus carteras y analizar, además, evaluar si se reducen con el tiempo.

Visto así, se espera aun un largo camino de consolidación y legitimidad a los nuevos modelos ESG que se nos vienen. ¿Este autoengaño y autocomplacencia estarían conspirando a favor de un réquiem al actual ESG? ¿O se viene una nueva generación de este modelo valioso para la sostenibilidad de las organizaciones? 

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