El insólito comportamiento de los tripulantes del Apolo 11 tras pisar la luna

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Gestión del Talento

Publicado por Alicia Martos en 20 minutosEl 20 de julio de 1969, Neil Armstrong se convirtió en el primer ser humano en pisar la luna. La transmisión de este evento histórico fue visto por un quinto de la población mundial, era “el pequeño paso para un hombre y un gran salto para la humanidad”.

Pero resultó que ese paso que él consideraba pequeño no resultaría tal. Fue grande para él, quizás demasiado. Y es que una de las cuestiones más interesantes sobre estos hombres trasciende lo biográfico para convertirse en un auténtico reto para la psicología humana: tras llegar, literalmente, más lejos que nadie, tras ver a lo lejos tu propio planeta desde la luna, y tras ser considerado por el mundo entero como un héroe … ¿qué sucedió cuando volvieron a su casa, se sentaron en su sofá y se preguntaron “y ahora qué”?

El equipo del Apolo 11 (conformado por Armstrong, Aldrin y Collins) fue seleccionado, por supuesto, por su experiencia y capacidad técnica, pero parece que la personalidad de Armstrong fue un factor decisivo en la elección del ‘primer hombre’ que pisaría la superficie lunar. En el libro publicado por Chris Kraft se tuvo en cuenta la personalidad de ambos astronautas.

Mientras Aldrin era de carácter muy expansivo, autosuficiente y excesivamente extrovertido, Armstrong era mucho más fiable, serio y discreto. Armstrong representaba mejor el ideal del norteamericano medio y podría llevar durante toda su vida el privilegio de haber sido el primer hombre en la Luna con mucha mayor calma y discreción. Y así fue, nunca se dejó llevar por la embriaguez del éxito, pero también le pasó factura a nivel emocional y personal.

El mundo entero esperaba expectante el relato de Armstrong tras su inverosímil aventura espacial y lo que realmente nos encontramos en su rueda de prensa, pocas semanas después de su regreso, es un lenguaje corporal muy tenso e incoherente con las emociones esperadas. Es más interesante destacar lo que no vemos que lo que se aprecia. No hay visos de alegría, ilusión, orgullo, euforia, ni alivio. Nada de eso. Se ven muy malhumorados, cabizbajos, tristes, descolocados

Armstrong es el responsable de inaugurar la presentación, su cuerpo está totalmente rígido, de hecho, en los minutos iniciales se encoge de hombros fuertemente y permanece así durante minutos, no es duda, ya que no es momentáneo, se convierte en una postura de perturbación abrumadora. Respira estrés por cada poro de su lenguaje corporal.

La posición de las manos es de automanipulación, se aprieta una contra otra, se acaricia los dedos, inconscientemente el cerebro ejerce su función y le ayuda a relajarse y rebajar la ansiedad. Su discurso es excesivamente pausado, se atasca, traga saliva visiblemente de forma constante, su mirada está perdida y cabizbaja.

¿Corresponde está actitud a alguien que acaba de conseguir uno de los mayores desafíos para el hombre tras años de trabajo e implicación personal? ¿Por qué su lenguaje corporal es incoherente con la situación vivida?

Yo plantearía varias hipótesis, comenzaré con la que personalmente más me convence: Miedo escénico. Su comunicación no verbal es propia de una persona que sufre un leve ataque de pánico ante un público desconocido que espera que brilles. Aparecen emociones de miedo y vergüenza por un estímulo presente, se ve disperso, torpe.

Sí, ya lo sé. Este hombre estuvo al borde de la muerte en decenas de ocasiones, combatió en la guerra, vivió situaciones de alto estrés psicológico, su entrenamiento fue inimaginablemente duro, pero todo ello se relaciona con lo que mejor sabía hacer y más le gustaba: estudiar estrategias, investigar, volar, tripular… pero no con enfrentarse hábilmente a una audiencia sabiendo que millones de personas están pendientes de lo que dices y cómo lo dices.

A todos nos puede resultar increíble que Armstrong, visto como un super hombre, un héroe, una mente brillante con nervios de acero en maniobras de pilotaje extremas, se ponga nervioso y entre en pánico cuando habla en público, pero no está reñido, no es difícil teniendo en cuenta su patrón de personalidad altamente racional e introvertido.

También es posible, y puede darse esta hipótesis junto con la primera, que tras el desorbitado nivel de tensión experimentado durante ‘el viaje’ y días posteriores, Armstrong y sus compañeros se encontraran en una fase inicial de depresión. El cuerpo siempre intenta compensar para estabilizarnos y conseguir el equilibrio, tras una activación aguda de nuestro organismo, la balanza se inclina hacia el sentido contrario para promediar el exceso, entrando en un estado de tristeza, afectación, letargo y pensamientos negativos.

De hecho, los dos hombres que pisaron la luna admitieron un tratamiento psicológico posterior para atajar la depresión que sufrieron. Aldrin además para tratar el alcoholismo en el cayó. En esa entrevista ya puede apreciarse el comienzo de un camino emocional difícil de gestionar para dos hombres sabios y valientes, pero al fin, solo dos hombres.

La tercera posibilidad es que mintieran, todos conocemos las teorías conspiratorias alrededor de los viajes a la luna, posible fraude, etc. Yo también me lo he planteado, y es cierto que hay una línea muy delgada que separa la ansiedad de la mentira. Pero cuestiono lo siguiente:

Imaginaos que sí, todo fue un engaño, rodaron las escenas en un desierto terrestre, en un plató televisivo y no fueron a la luna. Y ahora tienen que dar una rueda de prensa para contar una historia inventada (y muy difícil de crear)… ¿No podrían disimular mejor? Quiero decir, la primera premisa y la más importante para mentir bien es creerte tu propia mentira para que tu comportamiento parezca honesto. Los mentirosos simulan decir la verdad en el contenido y en las formas. Mantienen más contacto visual con la audiencia para controlar las reacciones de los presentes, por ejemplo, y no es el caso.

Si hubiera sido así, si mintieran, creo que mostrarían más entereza, mantendrían más el tipo y su discurso verbal estaría más estructurado, encorsetado, preparado, no hubiera dejado nada a la improvisación. Si fuera yo, directamente leería un guion, y me prepararía a conciencia, porque lo que está en juego (que te crean con un tema así) era bastante importante. No me rendiría al estrés, al nerviosismo, a un alegato inicial improvisado, simularía credibilidad y esto sí que se podría detectar; en este blog lo hemos hecho en numerosas ocasiones.

Hay un detalle más que me hace descartar esta opción de la mentira:

Están mucho más nerviosos al inicio, cuando tienen que ‘presentarse’ e introducir el discurso con un contenido sin importancia, banal y protocolario, que cuando entran a explicar los pormenores, puntualizaciones y tecnicismos del viaje. En esa parte del relato, la más crítica si es que vas a mentir, se relajan y fluyen mucho más de forma natural, se sienten más seguros y hablan con mayor convicción, hay nervios y tensión aún, pero no hay miedo. 

Estoy deseando de conocer vuestras opiniones, ¿estáis de acuerdo conmigo?

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