Por: Ruth Díaz
La ingeniera zaragozana Esther Borao, de currículum soberbio, activó en España el movimiento ‘maker’ que logró imprimir un prototipo de respirador 3D frente al covid-19, en el que se involucró hasta la NASA
Hasta el talento más fulgurante necesita de los otros. Ya puede haber sido premiada, como miembro de la asociación tecnológica Makeroni Labs, por la mismísima NASA en el concurso Space Apps Challenge (2015) o en el programa YUZZ de emprendimiento del Banco Santander (2017; el actual Programa Explorer); ser la única española seleccionada en el UAE AI & Robotics Award for Good del Gobierno de Dubai; cofundar su propia Academia de Inventores (Zaragoza); colaborar en El Hormiguero o dirigir a 230 personas en el Instituto Tecnológico de Aragón (Itainnova). Ante las crisis, una mente brillante siempre crecerá con el trabajo colectivo.
Así puso en marcha la ingeniera industrial Esther Borao (Zaragoza, 1988) el movimiento Coronavirus Makers la noche del 12 de marzo. Con un grupo de Telegram inspirado en el tuit del ingeniero irlandés Colin Keogh, instando a fabricar un respirador en código abierto, y con un llamamiento a makers, investigadores de robótica y educadores para idear cómo ayudar ante el trance del covid-19.
«A las 48 horas había 900 personas en el grupo; en diez días, 10.000 personas y en dos semanas, más de 16.000. Fue mágico ver a tantos volcados en el objetivo común de ayudar desde casa», relata Borao. A los cuatro días, se vio desbordada entre su trabajo y el grupo de Telegram, y otros dos ingenieros, Marcos Castillo y Luis González Aller, tomaron el relevo y distribuyeron a los voluntarios en distintos grupos de diseño industrial, electrónica y software para crear respiradores a partir de impresoras 3D.
El volumen de información compartida fue tal que David Cuartielles, uno de los referentes del hardware libre y cofundador de Arduino, y César García, del canal La Hora Maker, lo trasladaron a un foro al que pronto se sumó personal médico para resolver dudas.
En dos semanas, ya estaban respondiendo a la carencia de EPIs. Desde subgrupos por comunidades autónomas y después, por provincias, comenzó el reparto de pantallas protectoras a los sanitarios. Explica Borao: «En los grupos de Aragón, se repartieron el filamento, el acetato y las bridas que donaron empresas, para que los makers imprimieran viseras en sus casas. Después, el material fabricado era recogido por nexos y se llevaba a Salud». Ahora que ya disponen de EPIs homologadas y ha bajado la demanda, las reparten en centros de la tercera edad o educativos. Hasta el momento, Coronavirus Makers contabiliza la fabricación de hasta 840.872 viseras, 236.099 salvaorejas, 132.262 abrepuertas, 100.000 mascarillas y 20.000 batas.
Pero ¿qué es un maker? «Alguien que crea y comparte, porque, por un lado, quiere aprender y, por otro, poner el conocimiento al servicio de los demás para seguir mejorando». Altruismo puro. Borao estudió ingeniería industrial, pero se considera una maker: «Siempre me ha gustado cacharrear e inventar y he aprendido gracias al movimiento maker mucho que de otra manera no hubiera podido».PUBLICIDAD
Entre sus inventos compartidos figuran una brújula que se conecta al móvil por bluetooth y guía a los ciclistas; una plataforma de código abierto para controlar cualquier dispositivo con solo mirarlo o un juguete educativo con cuatro robots que enseñan a programar sin pantallas a niños de más de tres años. «También me gusta el arte y siempre me ha gustado mezclarlo con la tecnología, no ser tan técnica, y en mi beca Séneca, en Sevilla, descubrí en la web Creative Applications que no quería simplemente trabajar en una empresa, sino crear, crear algo propio«. Pero, de nuevo, recalca: «Acabas montando tu propia empresa y conociendo a las personas que, con tus mismas inquietudes, te dan ese impulso para llegar lejos».
Tanto como a la dirección del Instituto Tecnológico de Aragón: «El mayor reto porque surgió de modo inesperado y lo mío es crear cosas con las manos, no la gestión de personas», asegura. Allí, también han apoyado proyectos de innovación frente al covid-19, como la gestión y montaje de viseras, realizadas por los Coronavirus Makers de Aragón, o los ensayos de compatibilidad electromagnética y de ruido de un prototipo de respirador, ideado por el ingeniero Jorge Cubeles en colaboración con la empresa BSH (Bosch y Siemens), que ya han probado en pulmones artificiales.
EN CÓDIGO ABIERTO
El montaje de respiradores es el empeño más ambicioso de los Coronavirus Makers. Aupados por la iniciativa de ReesistenciaTeam, que lidera desde Oviedo el ingeniero informático Marcos Castillo, han logrado diseñar el Respirator 23, un opensource (fuente abierta, accesible) basado en el sistema Jackson-Rees. A la espera de la validación por la Agencia Española del Medicamento, que depende de que algún hospital pruebe los respiradores, liberaron el proyecto por el que se interesó incluso la NASA, de modo que continúan en colaboración con makers de Brasil, Argentina, México, Canadá o Francia. «Los emprendedores son personas más ágiles e innovadoras, porque tienen más capacidad y cultura de hacer las cosas de manera distinta. Al final, hay que estar renovándose, el futuro va de eso», subraya Borao.
Fiel a su principio, creó una Academia de Inventores junto al ingeniero industrial Luis Martín, donde impartía a pequeños creadores cursos de ciencia, robótica, electrónica y programación (ahora, online, con 10.000 suscriptores en Youtube). Era su empeño más reciente hasta que en octubre entró en Itainnova. «Con la crisis del covid-19, se ha visto la importancia de la digitalización tanto en empresas como en la educación. Si antes se veía como algo necesario, ahora ha quedado claro», defiende como enseñanza de este tiempo. Tecnología, aunque no como un fin, sino como un medio: «En las hospitales, se han repartido tablets para que los enfermos hicieran videollamadas a sus familiares, por ejemplo, y se ve cómo la digitalización ayuda a hacer la vida más fácil».
Artículo publicado por El Mundo
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