El fenómeno de los influencers visto desde el análisis de una breve entrevista recogida de Mohamed El Ben, por la prestigiosa sicóloga Alicia Martos, publicada en su blog en «20 minutos».
El potencial impacto psicológico de las redes sociales en las nuevas generaciones es innegable. Esta nueva actividad es todo un reto para el estudio de la psicología de la influencia y la persuasión, me fascina cómo alguien puede conseguir conectar con millones de personas a través de una pantalla… ¡millones!
Mi inquietud con el tema surge ante la posible dificultad para diferenciar entre mundo virtual y vida real. Ahí llegamos a la figura de los influencers, producto esperable en un contexto generacional muy ligado a una sociedad dominada por la imagen y las tendencias consumistas.
¿Pero no existe nada bueno detrás de este nuevo fenómeno? Yo creo que sí. Hay psicólogos influencers, médicos, nutricionistas, farmacéuticos, humoristas capaces de alegrarte un día malo con uno de sus vídeos, escritores, líderes de la lucha contra el cambio climático, incluso padres y madres que publican su modelo de crianza, todos ellos acercan su sabiduría, su atractivo modo de vida o su talento al gran público y sirven de importantes referentes en muchos casos en los que nos encontramos perdidos y actuamos erróneamente por puro desconocimiento, o, simplemente, nos entretienen, nos hacen desconectar.
En esta ocasión, he acudido a Mohamed El Ben. CEO – Fundador e influencer hunter en ‘Bushido Talent‘ para conocer la opinión de un experto que trabaja en el día a día con esta nueva revolución social imparable.
¿Qué es ser influencer?
Es un término complejo porque no deja de ser alguien que influye o es prescriptor para otras personas. Lo increíble es que, en la era de Instagram, el concepto se ha convertido en una profesión con todos los matices que ello conlleva. La pregunta para reflexionar quizás sería: ¿a partir de qué momento uno es influencer? Y, aunque parezca sorprendente, no depende del número de seguidores o likes, sino de la capacidad de influir en el comportamiento de su comunidad.
¿Por qué algunos triunfan y otros no?
Cuando nos preguntan esto siempre decimos que influyen muchos factores. Lo primero es que hay que tener un talento o carisma y, al mismo tiempo, ser capaz de transmitirlo a través de una foto o vídeos que duran pocos segundos para crear una conexión con tus seguidores. ¡Es realmente complicado! Y, además, están los algoritmos de las redes sociales que cambian frecuentemente y no siempre es sencillo saber qué le gusta a la aplicación para que tu publicación llegue a más personas.
Hoy en día, ¿si no estás en rrss no existes?
En materia de publicidad sí: vivimos en la era digital y no podemos negar que son la principal herramienta para tener visibilidad y comunicar con inmediatez a la mayoría de los consumidores. Pero también es lícito no estar en ellas o tenerlas a modo privado ?
¿Ventajas e inconvenientes de las rrss?
¡Realmente daría para un libro! Para Bushido Talent tiene muchas ventajas. Nos permite descubrir perfiles interesantes y muy diferentes, desarrollar campañas de publicidad y marketing a través de ellas, segmentar a la audiencia… Desde el punto de vista de la agencia, la parte negativa es que las plataformas cambian muy rápido y obligan a pagar para que los seguidores vean los contenidos; y que también muchas personas se esconden detrás de un perfil para hacer insultar y faltar al respeto.
¿Hay realidad en las rrss o todo es un gran escaparate?
Sí, hay mucha realidad y autenticidad; no podría ser de otra manera. Lo vemos en nuestro día a día como agencia de representación. Las redes sociales sirven para visibilizar causas y conectar a personas, estar informado de las tendencias y nuevos productos, seguir a ese personaje a quien conoces por otras vías… Pero también es cierto que hay quien usa su perfil para contar una vida que no es. Esos casos no son sostenibles a largo plazo y lo vemos cuando alguien confiesa que cierra su cuenta. Al final, tus seguidores buscan verdad e, incluso, a la hora de hacer publicidad, valoran que sea la marca quien se adapte al estilo y al contenido del prescriptor, y no al revés.
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