¿Cuáles son las claves del éxito económico boliviano?

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DW-La prensa habla del “milagro boliviano”: desde que Evo Morales asumió la presidencia en 2006, casi todos los indicadores económicos dan positivo. Sin embargo, en el horizonte empiezan a aparecer algunas amenazas.

Algunos hablan del «milagro boliviano”. Otros le dicen «modelo económico social comunitario productivo” y hay quienes simplemente lo llaman «proyecto estatal boliviano”. Lo cierto es que, según todos los indicadores, el programa económico implementado en Bolivia desde la llegada al poder de Evo Morales en 2006 es el más exitoso y estable de la región.

Bolivia muestra números sólidos: en estos 13 años, el PIB creció de 9.000 a más de 40.000 millones de dólares, el PIB per cápita se triplicó, aumentó el salario real, las reservas crecieron, la inflación dejó de ser un problema y la pobreza extrema cayó de casi 38% a un 15%. Es una caída de 23 puntos. En ese mismo lapso, por ejempo, la pobreza extrema en Uruguay cayó un 2,3% y en Perú un 12%.

Las claves

¿Qué fue lo que pasó? Todos coinciden en que el cambio comenzó con la nacionalización de los hidrocarburos de 2006.

«Nuestro modelo económico funciona de modo sencillo: utilizamos algo que la naturaleza nos ha dado. Con el neoliberalismo esa riqueza estaba en manos de las multinacionales. Nosotros nacionalizamos para tener un excedente que se distribuye en dos fases: la reinversión para base económica y, por el otro lado, la parte redistributiva del ingreso”, afirma el Ministro de Hacienda boliviano, Luis Arce Catacora, en conversación con DW. Él, junto al ya fallecido Carlos Villegas, fue el gran artífice del «milagro boliviano”. Y añade, sobre el rol del Estado: «Ese papel redistribuidor nos ha permitido crecer mucho más que cualquier otro país de la región”.

Pero llegar aquí no fue sencillo. Morales asumió en enero de ese año luego de una rebelión. En octubre de 2003 el país había vivido lo que se conoce como «la guerra del gas”, un levantamiento popular que estalló ante la decisión del por entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada de exportar gas a Estados Unidos vía Chile.

De esa insurrección emergió la «agenda de octubre” que contenía básicamente dos demandas: la nacionalización de los hidrocarburos y la redacción de una nueva Constitución. Con esa agenda, Morales asumió su primera gestión.

Pero el país seguía convulsionado. «Lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir”, solía decir el vicepresidente Álvaro García Linera, quien advertía de la existencia de un «empate catastrófico” entre sectores, que paralizaba al país.

La disputa era abierta entre el poder estatal en La Paz y las elites de la pudiente medialuna, el oriente boliviano, allá en la frontera con Brasil. Hubo tomas de instituciones estatales en aquellas regiones que luchaban por su autonomía e incluso un intento de guerrilla frustrada antes de arrancar.

Arrinconado, Morales convocó a un referéndum revocatorio en 2008 para todos los cargos. Obtuvo más del 67 por ciento de los votos y convocó a la mesa a los opositores.  A partir de ese momento el tablero quedó reordenado. El símbolo fue la aprobación de una nueva Constitución que refundaba Bolivia. Se terminaba la primera etapa, la que el gobierno denominó «Revolución Democrático-Cultural”. Luego, en las presidenciales de 2009, la fórmula Morales-Linera obtuvo el 64 por ciento de los votos. Comenzaba así la época de gestión.

Esa es la segunda clave para entender la bonanza boliviana: un nuevo orden político que posibilitó la administración de los recursos nacionalizados en una etapa de precios altos a nivel mundial de los comodities que el país exporta.

El Ministro de Hacienda boliviano Luis Arce Catacora es, junto al ya fallecido Carlos Villegas, el gran artífice del «milagro boliviano”.

Así lo describe el sociólogo Fernando Mayorga: «Se trata de un esquema de gobierno basado en un presidencialismo reforzado por la existencia de una capacidad hegemónica del MAS: tres victorias electorales con mayoría absoluta, y las dos últimas gestiones con el control de las dos cámaras legislativas con mayoría calificada (dos tercios). Esto se traduce en una inédita estabilidad política”.

Modelo boliviano

Evo Morales tuvo siempre una potente retórica anticapitalista y antinorteamericana. Su partido se llama «Movimiento al Socialismo” y su vicepresidente alguna vez escribió sobre un modelo que dio en llamar «Socialismo Andino Amazónico”. ¿Es Bolivia un exponente del socialismo del siglo XXI?

«Bolivia tiene un modelo propio y no copia a nadie. Tampoco conozco en detalle el modelo de socialismo del siglo XXI, pero queda claro que nos diferenciamos del resto de los procesos porque el nuestro es un modelo propio, con una particularidad: el nuestro es exitoso, tanto económica como socialmente. Es un modelo muy propio, muy boliviano”, asegura Arce.

Ciertamente, el modelo boliviano puede ostentar estabilidad macroeconómica y crecimiento sostenido en el tiempo. «A diferencia de lo que han hecho otros países como Venezuela, en Bolivia se ha sido más prudente. El milagro en todo caso fue la prudencia”, dice el economista Juan Antonio Morales, quien fue el presidente del Banco Central desde 1995 hasta mediados de 2006.

Otro dato a tener en cuenta es la letra chica de aquella nacionalización de los hidrocarburos. Porque en rigor no hubo expropiación, sino una mayor participación del Estado en la renta y en las decisiones. Se podría decir de hecho que se trató casi de una reforma impositiva.

Pero la simbología fue siempre clave en el proceso boliviano. Mayorga asegura que el estilo político de Morales combina una retórica radical con decisiones moderadas. Morales coincide: «El gobierno de Evo Morales es mucho más pragmático que ideológico. En sus actos no fue tan lejos como sus palabras”.

El gobierno acumuló reservas para utilizarlas en la época en que los precios cayeran, como sucedió a partir de 2014. Allí radica la prudencia de la que hablaba Morales.

El 1 de mayo del primer año, Evo Morales ocupó con los militares -cosa que fue más un símbolo que una necesidad – los yacimientos.

Los riesgos

Evo Morales es ya el presidente con más tiempo en el poder en la historia de Bolivia. Pero, según Mayorga, el principal de los peligros para la economía llega de la mano de la política. Sucede que el 20 de octubre Morales buscará su cuarta elección, con una nueva candidatura cargada de polémica por varias razones.

A comienzos de 2016, el gobierno sufrió un duro revés cuando el 51 por ciento votó en contra en un referéndum convocado para reformar la Carta Magna y eliminar el límite de reelecciones.

Pero luego el Tribunal Supremo Electoral determinó que prevalece un fallo del 2017 con el que el Tribunal Constitucional avaló el derecho a la reelección indefinida en virtud del artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Morales será entonces candidato, pero algunos sectores buscan cuestionar el proceso electoral y la legitimidad que pueda derivarse de ellos.

Hoy Morales encabeza las encuestas, seguido de Carlos Mesa, quien fue vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada y luego presidente hasta mediados de 2005.

En cuanto a la economía, a pesar de su fortaleza relativa, sigue siendo vulnerable a los vaivenes externos. Concretamente, las exportaciones van a Argentina y Brasil. En ambos casos se está buscando reducir la dependencia de La Paz.

Los críticos denuncian también la creciente dependencia de la economía de las exportaciones de materias primas, pero el gobierno lo desmiente: «Pasamos de exportar gas en bruto a tener nuestras plantas productoras de urea. Avanzamos con la producción de acero, explotamos energía eléctrica de diversas fuentes. Y el litio, que es un área con la que estamos arrancando la industrialización», subraya Arce.

Lo cierto es que a partir de la baja internacional de los precios de productos que Bolivia exporta, el déficit fiscal en estos últimos años creció y desde 2015 ronda el 7 por ciento del PBI. Pero allí donde la oposición ve una luz roja, el gobierno no ve un problema dado que, asegura, dichos recursos están siendo orientados con fines productivos.

El 21 de febrero se transformó en un símbolo de la oposición boliviana. Aquí una movilización del 2018.

Desde el ejecutivo prefieren destacar el robustecimiento del mercado interno a través del gasto público y de medidas redistributivas como el doble aguinaldo o los varios bonos sociales. «En algún momento se tendrá que hacer una corrección fiscal. Eso creó vulnerabilidades», sugiere Morales.

Otra de las advertencias tiene que ver con el tipo de cambio. La estrategia del gobierno en este tiempo fue tener un boliviano estable y, según la oposición, sobrevaluado. Esto lleva a que la industria nacional pierda competitividad ante las cada vez más abundantes importaciones que llegan para satisfacer la demanda de los salarios que año tras año ganan poder de compra.

Esa fortaleza de la moneda local generó también otra gran conquista de la gestión del MAS: la bolivianización de la economía. Hoy los ahorros ya no están en dólares en los bancos, sino que están en bolivianos. Mientras a fines de los 90 el 3 por ciento de los ahorros estaba en bolivianos, hoy esa cifra asciende al 94 por ciento.

A pesar de la bonanza, varios fantasmas parecen acechar en el horizonte: por un lado, la potencial conflictividad política interna y, por otro, la dependencia del contexto internacional. La guerra comercial entre Estados Unidos y China y la inestable situación concretamente en Argentina y Brasil podrían representar un problema que la incipiente diversificación productiva todavía no esté en condiciones de sobrellevar.

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