La necesidad de reorganizar el trabajo puede justificarse tanto en términos sociales como ecológicos. Sin embargo, tal reorganización no estaría completa sin cuestionar el dominio del trabajo sobre otras áreas de la vida. La educación es una parte clave de esta transformación, pero debe verse como algo que ayuda a las personas a desarrollarse y prosperar a lo largo de sus vidas, en lugar de simplemente adaptarlas a las limitaciones de un mercado laboral neoliberal.
Transformar nuestras concepciones de la educación y el trabajo de esta manera puede reducir las desigualdades en salud, mejorar el bienestar individual y mitigar los impactos ambientales de un sistema adicto al trabajo.
El trabajo sigue siendo una de las obsesiones más malsanas del capitalismo. En lugar de considerarlo un medio para un fin, trabajar, y especialmente trabajar duro, se ha convertido en un fin en sí mismo. Las semanas laborales de 40 horas o más siguen siendo una norma a pesar de que las mejoras en la productividad y los salarios precarios mantienen a los trabajadores absortos en sus trabajos e incapaces de alimentar otras áreas de sus vidas. El dominio del trabajo sobre otras esferas de la vida ha relegado la educación al papel de un asistente frágil. Los programas educativos se eligen principalmente en función de las trayectorias profesionales que puedan abrir, y las oportunidades de volver a la educación formal después de ingresar a la fuerza laboral son limitadas, a pesar de los beneficios sociales y de salud que brinda la educación permanente.
Por tanto, una reorganización del trabajo no debería limitarse a una revisión de los horarios y los salarios, por urgentes que sean estas dos medidas. El trabajo debe reformarse de una manera que anule su antiguo dominio sobre la educación. En cambio, las políticas para el aprendizaje permanente pueden crear una interacción positiva entre el trabajo, el ocio y la educación. La base de esta propuesta fue esbozada hace casi 40 años por el sociólogo Chris Phillipson en Capitalism and the Construction of Old Age. En un momento en que las políticas neoliberales han exacerbado la precariedad, la alienación, el agotamiento y el desempleo crónico, repensar el trabajo y la educación en conjunto es más relevante que nunca. La oportunidad de transformar el trabajo y reinventar el papel que juega en nuestras vidas está, por fin, al alcance de la mano. Mientras que el trabajo –trabajo de cuidados, trabajo esencial– nunca dejará de existir, de nosotros dependerá si su presencia será sofocante o decidida.
Las políticas para el aprendizaje permanente pueden crear una interacción positiva entre el trabajo, el ocio y la educación.
Nocivo para los humanos y el planeta
El trabajo ocupa una posición privilegiada en nuestra sociedad y en nuestras vidas: nuestro valor a menudo se calcula en función de la cantidad de trabajo que podemos realizar, y nuestras identidades se han entrelazado con el trabajo que desempeñamos o aspiramos. Tener un trabajo con valor social se ha convertido en un privilegio, mientras que los puestos corporativos inútiles ofrecen mejores condiciones que los trabajos imprescindibles. En una encuesta de YouGov de 2015 , el 37 por ciento de los trabajadores británicos indicaron que su trabajo no hacía una contribución significativa al mundo. Sin embargo, menos de la mitad de los encuestados buscaban otro. La encuesta se basó en un famoso artículo del antropólogo David Graeber, donde acuñó el término “trabajos de mierda”: trabajos tan inútiles, o incluso dañinos, que incluso las personas que los realizan creen que no deberían existir.
Y de hecho, ¿por qué existen? No porque lo necesiten. Las mejoras tecnológicas y los aumentos de productividad permitirían una reducción significativa de la semana laboral. Sin embargo, la semana de 40 horas se ha mantenido en una realidad en la mayoría de los países europeos desde principios del 20 º siglo. ¿Por qué trabajamos prácticamente las mismas horas que un trabajador británico medio hace casi 100 años? En palabras de Graeber, «es como si alguien estuviera inventando trabajos inútiles solo para que todos sigamos trabajando». La insidia de la ética del trabajoy un sistema que se basa en una clase trabajadora precaria y con exceso de trabajo ha llevado a la situación actual. Una situación en la que el trabajo, nuestra forma de satisfacer nuestras necesidades y las de los demás y de contribuir a la comunidad, se ha convertido en una realidad socialmente perniciosa.
En todo caso, la pandemia ha expuesto la naturaleza innecesaria de mucho trabajo y formas de trabajar, revelando un sistema desbordado de trabajos redundantes e innecesarios. Si bien esta afirmación puede ser desagradable para algunos, una reacción natural dado lo omnipresente que ha sido el trabajo para determinar nuestra identidad y autoestima, darnos cuenta de que gran parte del trabajo que realizamos no es esencial es un hallazgo que debe celebrarse, reconociendo las nuevas posibilidades. que se abriría el trabajo de reorganización. El argumento no es contra actividades no esenciales que todavía pueden ser valiosas para la sociedad, como los artistas, sino contra la obsesión por mantener a las personas ocupadas ocho horas al día durante toda su vida adulta, independientemente de la utilidad de lo que están haciendo. La situación actual, si bien es desastrosa en muchos sentidos,no debe olvidarse una vez que la pandemia cede.
La reorganización del trabajo es, por tanto, una cuestión urgente si queremos un sistema socialmente más sostenible y justo, pero también si queremos un sistema que no sea tan dañino ecológicamente. Según un informe publicado en 2019, la reducción de las horas de trabajo reduciría las emisiones de carbono y la contaminación del aire y, por lo tanto, sería un paso crucial en el camino hacia una economía neutra en carbono. Ya han surgido varias propuestas para hacer realidad dicha reducción: el movimiento por el decrecimiento ha incluido el trabajo compartido y una semana de 32 horas como parte de sus propuestas de políticas , y los debates actuales se centran en si sería conveniente una jornada laboral más corta o una semana laboral más corta. más beneficioso, teniendo en cuenta los argumentos ecofeministas.
La situación actual, aunque desastrosa en muchos sentidos, nos ha permitido vislumbrar nuevas formas de vivir y trabajar.
La presente propuesta sugiere incluir la educación permanente en esta reorganización, promoviendo un sistema donde la educación y el trabajo tengan funciones complementarias a lo largo de la vida de la persona. Es importante destacar que la idea no sería reorientar todo el tiempo libre del trabajo hacia la educación formal. Este tiempo liberado podría emplearse de muchas formas, desde la reproducción social hasta el ocio, fomentando episodios de ociosidad y disfrute que nuestro rígido paradigma laboral ha reprimido durante tanto tiempo. Este nuevo sistema promovería entonces una interacción positiva entre tres elementos cruciales: educación, trabajo y ocio.
¿Por qué la educación permanente?
La primera razón, quizás ingenua pero esencial, para promover el aprendizaje permanente implica el fomento de las capacidades humanas y las aspiraciones del florecimiento humano. El objetivo central de la educación continua no debería ser mantenerse actualizado con los desarrollos más recientes o adquirir habilidades rentables para ser más competitivo en el mercado laboral. La ambición más fundamental debería ser permitir que las personas cultiven sus intereses, adquiriendo comprensión, experiencia y habilidades en disciplinas y áreas que las entusiasmen e intriguen. Un mundo donde la educación sea valorada por sí misma expandiría las capacidades y posibilidades humanas, permitiendo a las personas inclinarse hacia su curiosidad sin tener que ponderar el valor de mercado de sus intereses.
La preocupación por las limitadas posibilidades que ofrece un sistema educativo mercantilizado debería ser una razón suficiente para promover una reorganización de la educación, pero hay muchas otras. Un argumento central a favor de la promoción del aprendizaje permanente se refiere a los determinantes sociales de la salud: es decir, las consecuencias que los contextos económicos y sociales de la vida de un individuo tienen sobre su salud. Si bien el modelo biomédico de salud predominante afirma que el nivel de salud de una persona depende principalmente de su genética y estilo de vida, muchas variables sociales tienen un impacto significativo. De hecho, la Organización Mundial de la Saludestima que estos factores no médicos pueden explicar la mayoría de las desigualdades en salud. Estas variables sociales incluyen, entre otras, género, vivienda, salario, barrio de residencia, clase social de los padres y, lo más importante para el presente argumento, nivel o años de educación. Diferentes estudios han revelado el impacto duradero de la educación a lo largo de la vida de un individuo, influyendo en variables como la morbilidad, la esperanza de vida saludable y la mortalidad. En términos más específicos, esto significa que una persona en la categoría de educación más baja, ya sea en términos de años o nivel, tiene el doble de probabilidades de desarrollar una discapacidad a largo plazo , entre un 10 y un 15 por ciento más de probabilidades de desarrollar una enfermedad limitante y tiene riesgo de desarrollar demenciacasi triplica la de alguien de la categoría más alta. Por lo tanto, abogar por un sistema en el que la educación desempeñe un papel más destacado no es solo una cuestión de ideales o aspiraciones, sino una cuestión de compromiso con una sociedad más igualitaria.
Para abordar ambos temas, es fundamental promover la educación permanente, no solo fortalecer el modelo educativo tal y como es. Este modelo actual dicta que el aprendizaje formal se reserva principalmente para los jóvenes, lo cual es problemático en al menos dos formas. En primer lugar, no todo el mundo puede permitirse obtener un título educativo cuando es joven: el nivel educativo está muy influenciado por el nivel socioeconómico de la familia, y los niños nacidos en familias menos privilegiadas encuentran muchas barreras para asistir a la educación postsecundaria. Incluso cuando lo hacen, su elección de estudios puede tener más que ver con las perspectivas laborales que con intereses personales. En segundo lugar, incluso para aquellos que tienen la oportunidad de estudiar a una edad temprana, restringir la educación formal a un lapso de tiempo tan limitado no reconoce la forma en que los humanos evolucionan a lo largo de su vida, desarrollando una amplia gama de intereses que podrían no haber estado presentes cuando el Se consideraba que la persona era lo suficientemente joven para estudiar. Por tanto, un modelo que apoye la educación permanente se adapta mejor a la forma en que las personas evolucionan a lo largo de su vida, y su promoción es fundamental, no solo como una forma de ampliar las capacidades humanas, sino también como un intento de reducir las desigualdades en salud.
Educación permanente: visión estrecha, impacto limitado
El concepto de educación permanente no es una idea nueva. Tanto la esfera política como el mundo empresarial reconocen su importancia y la promueven a través de incentivos y paquetes de políticas. La propia UE está implicada en el apoyo al aprendizaje permanente: el Consejo Europeo adoptó la Agenda Europea Renovada para el Aprendizaje de Adultos en 2011 y la UE está comprometida con objetivos como aumentar la calidad y mejorar la creatividad y la innovación en todos los niveles de formación.
Esta agenda educativa destaca la necesidad de incrementar la participación de los adultos en la educación formal y no formal y establece una serie de estrategias para lograr sus objetivos. El documento reconoce la relevancia del aprendizaje permanente para la cohesión social y la participación y algunas de las estrategias descritas persiguen objetivos loables, como alentar a las instituciones de educación superior a acoger a los estudiantes adultos y desarrollar la oferta de aprendizaje para las personas mayores. Sin embargo, la concepción global del aprendizaje a lo largo de la vida se mantiene dentro de un marco neoliberal vinculado a la competitividad y la empleabilidad, centrado principalmente en el desarrollo de competencias laborales específicas y la mejora de las competencias de los afectados por el desempleo. El objetivo de reestructurar la educación de una manera orientada al mercado es evidente en la intención de «desarrollar mecanismos para garantizar que la oferta educativa refleje mejor las necesidades del mercado laboral». Este enfoque, por lo tanto, va en contra de las aspiraciones de florecimiento humano y el fomento de las capacidades humanas, considerando la educación simplemente como un engranaje para perfeccionar la maquinaria del mercado.
Dejando de lado el encuadre, también se puede poner en duda la eficacia de la política de educación de adultos en la UE. La UE se comprometió a aumentar la participación de los adultos en la educación del 10% al 15% entre 2014 y 2020; sin embargo, en 2019 la tasa solo había alcanzado el 10,8 por ciento. Una posible razón de estos malos resultados podría ser un diagnóstico limitado de las dificultades a las que se enfrentan las personas al intentar seguir una educación durante su vida adulta. Si bien el documento reconoce algunos obstáculos, como una supuesta falta de motivación, en su mayoría guarda silencio sobre otras limitaciones apremiantes como las largas jornadas laborales, las tarifas prohibitivas y los salarios precarios, dinámicas que mantienen a los trabajadores enganchados a sus trabajos, sin oportunidades reales cultivar el aprendizaje sin sacrificar el tiempo libre en el proceso.
Desdibujando los límites entre educación y trabajo
¿Cómo entonces reorganizar el trabajo de manera que supere las fallas del sistema actual y al mismo tiempo fortalezca el acceso a la educación? Aquí es donde la idea de Phillipson cobra relevancia: visualiza una situación en la que las personas podrían ingresar y reingresar a la fuerza laboral en diferentes momentos de su carrera, alternando entre períodos de empleo y períodos de educación y formación. Esta situación se vería facilitada por una variedad de medidas, como ofrecer licencias pagadas de estudios, facilidades para los sabáticos, mantener las tasas educativas al mínimo, fomentar la inscripción de adultos en programas educativos, incluido el cuidado de niños en instalaciones educativas, y promover horarios de trabajo más flexibles. La educación en este sentido no se referiría solo a la educación universitaria formal, sino a todos los programas de aprendizaje,
Mantener una fuerza laboral miserable en aras del crecimiento económico es un objetivo que deberíamos dejar de lado en la transición hacia una sociedad sostenible.
La financiación de una expansión de la educación de este tipo tendría claramente que acompañar a un replanteamiento general de la fiscalidad y el trabajo, en consonancia con otras propuestas de decrecimiento.. El establecimiento de un ingreso máximo dejaría a las empresas con un cierto excedente de beneficios que no podrían distribuir entre los altos cargos directivos o los accionistas: esa riqueza podría invertirse en planes de educación permanente para sus empleados. Un ingreso básico universal permitiría a los adultos seguir programas educativos sin dejar de poder pagar las facturas. Un sistema de educación genuinamente público facilitaría la reducción de tarifas, allanando el camino hacia un acceso más justo e inclusivo a la educación. Finalmente, las políticas de trabajo compartido podrían complementarse con la opción de tomar la licencia de estudios o dedicar algunas de las horas de trabajo liberadas a la realización de programas de estudio. De esta manera, los niveles de empleo podrían aumentar mientras que el horario laboral promedio disminuiría a niveles más sostenibles socialmente.
Es importante destacar que se alentaría a las personas a elegir qué habilidades y conocimientos les gustaría desarrollar en función de sus intereses personales, no necesariamente en sus trabajos actuales. La pasión de un contador puede ser el diseño de joyas; un panadero puede ser un entusiasta de la filosofía; un ama de casa puede querer ahondar en la producción audiovisual; y un trabajador de TI podría tener un gran interés en la biología marina. Limitar la gama de posibilidades educativas disponibles para un individuo en función del tipo de trabajo que realiza sería un obstáculo para los ideales del florecimiento humano, manteniendo un sistema en el que el trabajo funciona como una fuerza que lo abarca todo y que prevalece sobre otros aspectos de la vida. Además, mantener límites tan rígidos no sería coherente con la realidad de la fluctuación profesional: en una encuesta de 2019. En cuanto al cambio de carrera, la mitad de los encuestados informó haber realizado un cambio de carrera dramático. Entre los que no lo habían hecho, el 65% declaró haberlo considerado en el pasado o en el presente. Cuando se les preguntó por las razones detrás de su decisión, la mayoría de los que cambiaron de carrera (81 por ciento) lo atribuyeron a estar descontentos en su trabajo o sector anterior. Mantener una fuerza laboral miserable en aras del crecimiento económico es un objetivo que deberíamos dejar de lado en la transición hacia una sociedad sostenible. Alentar a los individuos a cultivar sus intereses independientemente de si los haría más productivos podría ser un primer paso hacia ese objetivo.
La propuesta de Phillipson puede ser difícil de imaginar, e incluso algunos pueden calificarla como una aspiración delirante; sin embargo, algunas de sus ideas ya se han implementado. Bélgica ofrece un ejemplo: en 1985, introdujo reglamentos sobre la licencia pagada de estudios. Esta ley permite a los empleados del sector privado tomar vacaciones pagadas para seguir un programa de estudios de su elección. La legislación se celebró por promover el derecho cultural de los trabajadores, que pueden elegir entre un conjunto de cursos elegibles, que incluyen filosofía, partería y trabajo social, sin que su decisión tenga que basarse en la idoneidad del programa para su trabajo actual. A pesar de que esta ley aún presenta algunas limitaciones, como la virtual exclusión de los trabajadores a tiempo parcial, su existencia sirve de inspiración y recordatorio de que el dominio del trabajo sobre otras áreas de la vida no lo es, y no debería ser la norma. Una reorganización adecuada debe basarse en esta comprensión del trabajo como solo uno de varios ámbitos de la vida; una vida llena de momentos de conexión, descanso, trabajo, contemplación, educación y ociosidad.
Por: María Albà Díaz, Green European Journal
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