Los expertos en urbanismo apuestan por ciudades más verdes, inteligentes e inclusivas, en las que se apoye al comercio local y las distancias se acorten para lograr una mayor calidad de vida
Por: CARMEN FERNÁNDEZ
A los grandes desafíos ecológicos, económicos y sociales que tienen las urbes del siglo XXI, se le añade otro más: el sanitario. La pandemia del coronavirus ha incidido en la necesidad de repensar el modelo de ciudad. Un lugar con mayor calidad de vida en el que sus habitantes puedan sentirse seguros, pero también donde se apueste por la proximidad, el uso de los espacios públicos, cada vez más verdes, y una movilidad sostenible sin renunciar a un sentimiento de pertenencia.
Adaptar la ciudad a las nuevas necesidades que implica la Covid-19 no es una tarea sencilla. Los espacios deben ser seguros y libres de contagio, el transporte público no puede estar masificado, pero tampoco se debe abusar del coche– y debe fomentarse el comercio de proximidad. Y a ello debe sumarse que más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y se espera que esta cifra aumente hasta un 70% en el año 2050.
Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y se espera que esta cifra aumente hasta un 70% en el año 2050
“La pandemia ha puesto de manifiesto, por ejemplo, el área del kilómetro, donde tiene que haber servicios esenciales al alcance de los ciudadanos. Esto demuestra que se deben tener ciudades dinámicas, multifuncionales y autosuficientes”, afirma Laia Soriano-Montagut, miembro de la Asociación Española de Técnicos Urbanistas. Para ella, las ciudades se tienen que concebir respecto a la escala humana y buscar un equilibrio entre barrios. “Tienen que ser habitables y lugares de acogida en los que confluyan la calidad ambiental, el bienestar laboral y educativo, un buen sistema de servicios públicos, de movilidad y de integración cultural”, destaca la especialista en derecho administrativo, territorial y urbanístico.
Con el confinamiento se limitaron los desplazamientos, y la calidad del aire en las ciudades fue en aumento. “Esto ha sido una oportunidad y ha servido para que la gente tome conciencia de que si se cambian los modelos de movilidad, hay una mejora de la atmósfera y los ecosistemas”, comenta Soriano. Según ella, la Covid-19 ha puesto sobre la mesa muchas cuestiones, pero, una vez se consiga controlar la epidemia, habrá nuevos (y antiguos) retos a los que enfrentarse como, por ejemplo, hacer que las ciudades multifuncionales sean más accesibles sin renunciar a la sostenibilidad y al contacto social en espacios abiertos.
Para Soriano-Montagut, que la gente se marche a vivir a segundas residencias no tiene mucho sentido, a no ser que haya un cambio de vida total que no les obligue a volver a la ciudad a trabajar o a llevar a los hijos a la escuela. “Es anecdótico porque la pandemia no durará siempre. Otra cosa es que las administraciones incrementen su apuesta por el teletrabajo y eso permita una mayor deslocalización de la población y una distribución poblacional por el territorio. En consecuencia, se contribuirá a reducir la movilidad privada y, a la vez, a la mejora de la calidad del aire”, destaca.
Ayudas a las empresas y a los más vulnerables
Las ciudades deben adoptar estrategias de recuperación a largo plazo que las transforme en urbes inteligentes, verdes e inclusivas para hacer frente a la crisis sanitaria y a sus consecuencias. Esta es una de las conclusiones del informe Cities Policy Responses, que publicó recientemente la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Las respuestas para evitar la propagación del virus pasan por urbes que son más resilientes y ecológicas, basadas en la economía circular y en las que la digitalización facilita la vida de sus habitantes.
“La pandemia ha puesto de manifiesto, por ejemplo, el área del kilómetro, donde tiene que haber servicios esenciales al alcance de los ciudadanos. Esto demuestra que se deben tener ciudades dinámicas y autosuficientes”, afirma Laia Soriano, miembro de la Asociación Española de Técnicos Urbanistas
“Muchas ciudades ya están adoptando medidas para apoyar a las empresas locales e impulsar el empleo, la construcción y la renovación de viviendas asequibles”, explicó Aziza Akhmouch, responsable de la División de Ciudades, Políticas Urbanas y Desarrollo Sostenible de la OCDE. “Además de medidas a corto plazo, como el asesoramiento o el suministro de alimentos o de refugio, las administraciones locales han desarrollado estrategias a largo plazo y planes de inversión destinados a ayudar a los colectivos más vulnerables”, añadió, para quien “la vida después de la Covid-19 será probablemente una vida con la Covid-19”.
Todo a un cuarto de hora de casa
El modelo de la ‘ciudad de 15 minutos’ encaja con las recomendaciones de la OCDE. “Es hora de avanzar, no tanto hacia la planificación urbana, sino hacia la planificación de la vida urbana”, asegura en LA Network el urbanista Carlos Moreno, artífice de la idea de urbe, en la que los servicios básicos están a menos de un cuarto de hora de la vivienda. Este experto defiende “una ciudad poliédrica, que ofrezca calidad de vida en las distancias cortas, la cronotopía, para acceder más fácilmente a las seis funciones sociales urbanas esenciales: habitar, trabajar, aprovisionarse, cuidarse, aprender y descansar”.
Para la OCDE, las ciudades deben adoptar estrategias de recuperación a largo plazo que las transforme en urbes hiperconectadas y ecológicas, además de centradas en las necesidades de sus habitantes
“Se trata de utilizar los metros cuadrados existentes mucho más y mejor y hacer que un lugar tenga varios usos”, afirma Moreno, especialista en ciudades inteligentes. Para el experto, es clave la revitalización de los servicios de cortas distancias, que esos 15 minutos en movilidad activa, ya sea a pie o en bicicleta, se basen también en redescubrir todos los recursos de proximidad y reapropiarse del espacio público para convertirlo en un lugar de encuentro y de vida. Algo que ya era necesario antes de la pandemia.
Artículo publicado en La Vanguardia
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