Las Navas, una antigua explotación minera de estaño de la que en los últimos meses han oído hablar mucho en los despachos de Mérida, Madrid y Bruselas. Porque esta mina abandonada en los ochenta guarda una reserva de litio, un elemento clave para el desarrollo de las baterías y que junto a las energías renovables está llamado a liderar la transformación que debe desenganchar a la economía mundial de los combustibles fósiles y de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En esta carrera global, Extremadura se ha situado encima de la gran ola verde. No solo por lo que guarda esta comunidad en el subsuelo, sino también por lo que hay sobre las cabezas de su millón de habitantes: el sol que alimenta los paneles fotovoltaicos que generan electricidad. El pasado año, con 1.300 megavatios nuevos, Extremadura fue la comunidad de España en la que más potencia fotovoltaica se instaló. “El 22% del total nacional”, recuerda Olga García, consejera para la Transición Ecológica y Sostenibilidad. Este año esperan instalar otros 1.300 megavatios y el ritmo continuará así hasta llegar a 2030, cuando habrán multiplicado casi por 15 la capacidad fotovoltaica que había en 2019. Para finales de esta década, además, el 100% de la electricidad que se genere en Extremadura vendrá solo de fuentes renovables y la región llegará a cero emisiones netas. Esto supone que Extremadura alcanzará la neutralidad climática 20 años antes de lo previsto para el conjunto de España.
El presidente extremeño, el socialista Guillermo Fernández Vara, habla de una industrialización ligada a este desarrollo de las renovables y de una oportunidad que no quieren dejar pasar. “Las cosas que hemos cuidado durante mucho tiempo son las que ahora más valor tienen”, sostiene sobre la economía verde. “Tenemos mucho suelo, tenemos mucho sol, tenemos mucha agua…”. Y añade: “Se están empezando a repartir de nuevo cartas en el mundo y con las que ahora vamos a jugar no son las mismas que las que nos dejaron hace 30 años”.
Pero tanto en la revolución solar como en el auge del litio también hay críticas y gente muy inquieta. Como los ecologistas y algunos vecinos de Cañaveral que rechazan el impacto que tendrá la mina. O el Ayuntamiento de Cáceres, que se opone radicalmente a que se abra otra explotación de litio en su término municipal. O las asociaciones de agricultores, que miran con preocupación la expansión de los paneles solares en tierras de cultivo.
Fernando López-Rodríguez, catedrático de Proyectos de Ingeniería de la Universidad de Extremadura, carga contra la proliferación de estas instalaciones. “Se están abriendo un montón de plantas, sí, pero ¿de qué nos sirven? Casi todas son de grandes empresas que no radican aquí y que lo único que dejan en Extremadura es la licencia de obra, el IBI y poco más”, critica. El estudio Cómo evitar la tercera colonización energética de la región, del que es coautor, denuncia el trato favorable que están recibiendo las eléctricas y exige a las compañías una compensación a cambio de instalarse en la región.
Fernández Vara defiende: “Estamos trabajando para que gran parte de las torretas eléctricas que se instalen se fabriquen aquí, para que gran parte de los transformadores que se pongan se fabriquen aquí… Están aumentando los megavatios, pero también las plantillas de las empresas que tenemos de la industria auxiliar al sector de las renovables”, rebate. La Junta sostiene que solo los 1.300 megavatios de energía solar instalados el pasado año generaron entre 4.000 y 6.000 empleos. El problema es que, una vez puestas en marcha, estas plantas apenas necesitan mano de obra.
Pasado. Embalses y energía nuclear
Media legión de trabajadores —hasta 3.500 en los picos de más faena— hizo falta para construir la gigantesca presa y la central hidroeléctrica de José María de Oriol, una de las más grandes de España, con 916 megavatios de potencia. Se levantó durante la dictadura, en la década de los sesenta, en el río Tajo, un kilómetro aguas arriba del puente romano de Alcántara y a tiro de piedra de Portugal.
La hidroeléctrica fue la primera “colonización energética” de la que hablan López-Rodríguez y el resto de firmantes del estudio crítico con la forma en la que se están instalando ahora las renovables. La segunda colonización fue la nuclear, con la construcción en el municipio de Almaraz de la central de este tipo más potente de todo el país. Empezó a funcionar en 1981 y es propiedad de Iberdrola, Endesa y, en un pequeño porcentaje, de Naturgy. Con las dos colonizaciones anteriores, dice López-Rodríguez, “las eléctricas hicieron y siguen haciendo mucho dinero”. “Pero nosotros necesitamos tejido industrial y que estas empresas dejen más riqueza en Extremadura.
La consejera Olga García añade que “en el pasado, la hidroeléctrica y Almaraz han contribuido mucho al desarrollo de Extremadura”. “Podrían haber contribuido más, pero eran otros tiempos; afortunadamente, ahora el despliegue renovable lo gobernamos desde aquí y es un escenario completamente distinto”, opina.
El escenario energético que plantea la Junta para esta década pasa por un mix eléctrico dominado por la solar, con una participación menor de la eólica y con la misma presencia de la generación hidráulica que ahora.
Pero en la hoja de ruta trazada hasta 2030 por la Junta no hay lugar para la central nuclear de Almaraz. Sus dos reactores, según los planes del Ejecutivo central, tendrán que desconectarse de la red eléctrica en 2027 y 2028. Y ese factor también supone una oportunidad enorme para la expansión fotovoltaica.
Presente. La revolución solar
Subestación eléctrica en una planta fotovoltaica en Trujillo, Cáceres. FOTO Y VÍDEO: PACO PUENTES
La sucesión de plantas fotovoltaicas a ambos lados de la A-5, en el límite entre Toledo y Cáceres, es solo el aperitivo de lo que está por venir. La proximidad de Almaraz provee un mallado único de redes de interconexión que hace muy sencillo el volcado, y el sol, con una radiación continua durante gran parte del año, es de una intensidad solo equiparable con la de las vecinas Andalucía y Castilla-La Mancha y con la de Murcia o las islas Canarias.
La percepción de todas las fuentes consultadas es que este auge no ha hecho más que comenzar: cuando la nuclear cacereña eche definitivamente el cierre, sus casi 3.000 megavatios deberán ser reemplazados por nuevas fuentes de energía, y la solar cuenta con varias cabezas de ventaja. “Extremadura lo tiene todo para ser esencial en la transformación energética de España”, explica José Luis Morlanes, consejero delegado de Alter Enersun, uno de los actores locales que están creciendo a lomos de la revolución fotovoltaica. “Todos los caminos se encuentran aquí”.
Cosme Segador, director de la Agencia Extremeña de la Energía, reconoce: “Disponemos de mucho terreno y a precios más asequibles que en otras zonas de España. Pero si no hubiesen existido la hidráulica y la nuclear, el enorme desarrollo [de la fotovoltaica] que hay en marcha sería más difícil: la red eléctrica ya estaba dimensionada”. Las facilidades ofrecidas por la Junta son otro factor clave, según José Donoso, director general de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), la patronal del sector: “Es el petróleo extremeño y lo están favoreciendo”.
La organización Ecologistas en Acción se ha mostrado muy crítica con la forma en la que se están tramitando los permisos y ha denunciado la fragmentación de grandes proyectos fotovoltaicos en otros más pequeños de menos de 50 megavatios para que el Gobierno central no sea el que los evalúe. Esto hace, sostiene esta ONG, que no se valoren bien los impactos acumulados en las zonas afectadas. También inquieta este proceso a agricultores y ganadores. Ignacio Huertas, jefe de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Extremadura, afirma: “Es un modelo que nos preocupa: alquilan tierras a precios que nosotros no podemos pagar y el resultado es una disminución de la superficie dedicada a nuestra actividad. Y, a diferencia de estas empresas, nosotros vivimos aquí, mantenemos los pueblos abiertos y generamos empleo y riqueza”.
Futuro. Las promesas del litio
Zona de Cañaveral (Cáceres) donde se ubicaría la mina de litio, que ocuparía en parte el antiguo yacimiento de estaño abandonado en los ochenta. FOTO Y VÍDEO: CARLOS ROSILLO.
La piedra que guarda el alcalde de Cañaveral en su despacho es el símbolo de las promesas del litio. “Queremos trabajo y el litio es necesario”, resume Jacinto Sánchez, que hace un repaso de una historia bien conocida en muchos pueblos de Extremadura: “Ahora somos 1.000 habitantes, pero en los setenta había 2.700. Era un pueblo industrial. Había una fábrica de chocolate, otra de café… Estábamos muy bien ubicados gracias al ferrocarril. Pero nos empezamos a despoblar en los setenta, las fábricas se cerraron y muchos emigraron a Cataluña”.
La empresa que quiere abrir la mina en el antiguo yacimiento de estaño de Las Navas promete invertir 318 millones de euros y crear 405 empleos. “Los seis primeros años operaríamos a cielo abierto y los 13 restantes en galería”, explica Ignacio Baños, consejero delegado de Lithium Iberia, la sociedad que ha solicitado a la Junta que le conceda la explotación de este yacimiento ubicado en Cañaveral, uno de los ocho de los que se tiene constancia en esta comunidad.
Baños sostiene que han invertido desde 2019 cinco millones de euros y que las entidades financieras están muy interesadas en este proyecto. “Hemos realizado 34 sondeos durante la pandemia, trabajábamos 24 horas al día y siete días a la semana”, recuerda desde una nave a las afueras de Cañaveral cedida por el ayuntamiento. Ahí están apiladas centenares de cajas de madera en las que se guardan, clasificados por profundidad y sondeo, los resultados de las catas que han hecho. “El litio está donde está, y tenemos la inmensa suerte de que está en Extremadura”, resalta Baños.
Artículo completo en El PAÍS Medio Ambiente.
Por: Manuel Planelles, Ignacio Fariza, El PAÍS Medio Ambiente
Comments are closed