Sabemos que nuestras acciones cotidianas tienen consecuencias ambientales en mayor o menor medida. Cada vez hay más iniciativas pensadas a favor del ambiente y, sobre todo, personas preocupadas por reducir su impacto diario.
Sin duda, hay cosas que podrían eliminarse o sustituirse para disminuir la contaminación. No obstante, sería difícil pensar, por ejemplo, en un mundo sin ropa ni textiles. Prácticamente, no hay forma de eliminar este insumo en ninguna parte del mundo.
Tan solo en 2020 y con una pandemia a cuestas, se espera que las ventas en la industria de la moda alcancen alrededor de 664 mil 470 millones de dólares a nivel mundial.
Eso no significa, por supuesto, que no podamos transitar a un consumo responsable en el que reduzcamos nuestra adquisición de ropa, en función de su durabilidad y calidad, y no con base en tendencias innecesarias. Esto implica no elegir la fast fashion, optar por marcas sustentables y locales, además de reparar, reutilizar y renovar lo que ya tenemos.
Por eso, vale la pena conocer a qué nos referimos cuando se habla de fast fashion y cuál es su impacto ambiental. De esta forma, estarás más consciente de lo que adquieres. Si te interesa que los gobiernos diseñen medidas para que todas y todos podamos consumir menos y mejor, haz clic aquí y exijamos alternativas viables y ecológicas.
¿Qué es fast fashion?
El concepto de fast fashion, o moda rápida, se refiere a los grandes volúmenes de ropa producidos por la industria de la moda, en función de las tendencias y una necesidad inventada de innovación, lo que contribuye a poner en el mercado millones de prendas y fomentar en los consumidores una sustitución acelerada de su inventario personal.
La fast fashion provoca que se introduzcan al mercado muchas colecciones de ropa “en tendencia”, durante lapsos breves. Así, se sigue este modelo de producción donde se fabrican prendas con materiales de baja calidad para asegurar un precio barato, por lo que incluso podríamos hablar de ropa prácticamente desechable. Además, su velocidad de manufactura repercute en su escasa durabilidad.
Actualmente, la industria de la moda, bajo esta lógica, produce decenas de colecciones de ropa al año, en contraste con el viejo modelo de colección primavera/verano y otoño/invierno.
Los trabajadores de los países donde se fabrican las prendas de fast fashion suelen trabajar de 14 a 16 horas diarias.
Para cumplir con los plazos que la fast fashion ha impuesto, la producción de las prendas se realiza en países que tienen condiciones laborales precarias, generalmente en el sur de Asia, como pueden ser: Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka y China.
Las pésimas condiciones de trabajo, incluido un salario mísero, representan un problema ético y un claro ejemplo de explotación, así como un atentado a los derechos humanos, en los que se encuentra también la explotación laboral infantil y el trabajo forzado.
El consumismo es uno de los mayores responsables de la proliferación de este tipo de prácticas. Una de las consecuencias de esto es la producción en masa, en contraste con el tiempo de utilización de la ropa, que es muy corto.
Tan solo de 2000 a 2015, según A New Textiles Economy, un reporte de la Fundación Ellen MacArthur, la producción de ropa se duplicó: alrededor de 50 mil millones de prendas fueron fabricadas en el 2000, ¡pero quince años después se produjeron más de 100 mil millones!
A la par de este aumento, en una media mundial, las veces que se usa la ropa han decrecido en un 36% en el mismo lapso. La ropa desechada, que podría usarse aún, se traduce en 460 mil millones de dólares perdidos. ¡Hay prendas que se usan únicamente de 7 a 10 veces y se tiran!.
En China y Alemania, más de la mitad de los encuestados sobre el uso de su ropa admitió que tenían más prendas de las que realmente necesitaban.
Además, todos estos problemas derivados de la fast fashion, tienen relación con la contaminación y el uso excesivo de recursos naturales, lo cual amenaza un futuro sustentable y una relación equilibrada con la naturaleza.
El impacto ambiental de la fast fashion
Como hemos visto, la fast fashion tiene implicaciones negativas, pero una de las consecuencias más nocivas se centra en su impacto en el planeta: tan solo la producción de ropa representa el 10% de las emisiones de CO2 a nivel global, el equivalente a lo que libera la Unión Europea por sí sola.
La contaminación que genera la producción de ropa alcanza también a la tierra y el agua. Y no solo su fabricación, ¡incluso lavar la ropa desemboca en un aproximado de 500 mil toneladas de microplásticos al año en los océanos!.
Se estima que el 73% de la ropa producida anualmente termina incinerada o en basureros, lo que contribuye a la contaminación terrestre y atmosférica.
Además de estos microplásticos, la fabricación de ropa involucra el uso de químicos altamente dañinos para la salud humana, que se liberan en ríos y otros cuerpos de agua.
En Greenpeace, llevamos casi una década de trabajo con diversas marcas de ropa y tiendas de moda para eliminar los químicos dañinos en la producción de prendas y hacer conciencia sobre los peligros de la moda rápida.
De hecho, la nuestra fue la primera campaña que retó a las grandes compañías para que asumieran la responsabilidad de sus efectos contaminantes. Detox My Fashion logró que 80 marcas y proveedores se comprometieran a dejar de usar químicos como los alquilfenoles etoxilados (APEs), restringidos en Europa y Estados Unidos; un compromiso que sigue en curso.
En este sentido, la fast fashion bien puede resumirse en un rápido paso del armario al vertedero. En su acelerada manufactura, a la industria de la moda en general no le ha importado arrasar con recursos, sostener modelos de trabajo precarizados y de explotación, y desechar ropa que aún puede utilizarse perfectamente; con tal de satisfacer el deseo de novedad.
Respecto al desecho de prendas, cada segundo se quema o arroja a los basureros el equivalente a un camión lleno, es decir, 2.6 toneladas. Producir ropa en realidad es muy costoso bajo el modelo actual: 2 mil 700 litros de agua son necesarios para fabricar apenas una camisa de algodón.
Si la tendencia a la alza continúa, para 2050 se triplicaría el consumo de petróleo a 300 millones de toneladas para producir ropa.
El otro gran problema de la sobreproducción está en el mínimo reciclaje llevado a cabo por la industria. En México, según datos del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), tan sólo el 5% de la ropa se recicla.
Las cifras varían enormemente según el país. Por ejemplo, en Canadá, la empresa de reciclaje Envirotex estima que 85% de la ropa que podría reciclarse termina en los basureros de ese país, los cuales deben sumar ya más de 220 mil toneladas de ropa.
En Alemania hay una política que exige que el 75% de los textiles debe recogerse y reciclarse, sin embargo sucede, a veces, que la ropa desechada termina en otros países que no reciclan ni cerca de esos altos porcentajes.
En suma, el desperdicio es una de las características que define a la industria de la moda. Se calcula que, a nivel mundial, se reutiliza menos del 1% de la materia prima (plástico, algodón y otras fibras) usada para producir ropa.
Nuestras acciones del día a día tienen un impacto en el planeta. Da clic aquí y aprende más sobre tu huella de carbono y la forma en que puedes reducirla.
Fast fashion en México
Sin duda, la fast fashion ha propiciado que el uso de recursos naturales y la contaminación relacionados con la producción de prendas se haya acelerado en las últimas décadas. ¿Qué pasa con la industria textil en México?
En México, se estima que en 2020 las ganancias de esta industria alcancen los 4 mil 520 millones de dólares, lo cual nos coloca en la posición 18 del ranking mundial de ventas. El top 5 lo ocupan China, Estados Unidos, Reino Unido, Japón y Alemania.
En 1992, la tienda Zara abrió en el centro de la Ciudad de México el primer local de la compañía en Latinoamérica. En las siguientes décadas, esa zona terminó por llenarse de tiendas fast fashion.
A partir de los 90, México se convirtió en un mercado altamente redituable para las marcas fast fashion.Antes del auge de los tratados de libre comercio en el país, la ropa no era vista como un bien desechable, y además se privilegiaba la producción nacional junto con el trabajo de costureras y sastres locales.
Los efectos ambientales y el consumo de recursos de la industria nacional de la moda y la confección se deben al modelo lineal (tomar-usar-desechar) de producción. Un solo ejemplo: la descarga de agua contaminada generada por esta industria en el río Atoyac afecta a más de 2 millones de personas en Puebla, de acuerdo con el CEMDA.
Sin duda, el consumismo está presente en México. De hecho, es el país que más compra productos del complejo español de vestido y calzado Inditex. Esta empresa incluye a las marcas Zara, Pull&Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Oysho, Zara Home y Uterqüe, como parte de su conglomerado comercial.
Asimismo, México es la nación de Latinoamérica con más centros comerciales; tan solo en 2019 había 786 de estos complejos a nivel nacional.
Entre 2006 y 2018, se construyeron 108 plazas comerciales en la Ciudad de México, en las que hay muchas tiendas fast fashion.
La socióloga Carmen Pérez, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, ha llamado a este comportamiento social como un estado permanente de deseo: “los consumidores se vuelven adictos, todo el tiempo dispuestos a comprar algo nuevo, sus adquisiciones no son por necesidad, sino por placer”.
La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), a través de la Revista del Consumidor, en su edición de diciembre de 2019, denunció la baja calidad de las marcas presentes en México que trabajan bajo el modelo de la fast fashion, tales como Bershka, C&A, Forever21, H&M, Massimo Dutti, Oysho, Pull&Bear, Shasa, Stradivarius, United Colors of Benetton, entre otras.
A cambio, se recomienda el modelo slow fashion, es decir, uno en el que la relación de consumo se dé con empresas que apuesten a la durabilidad de sus productos o negocios locales, como talleres de costura y sastrerías.
Aunado a esto, el consumo reducido de ropa es una de las acciones que puedes implementar en tu vida. Deja de preocuparte por la blusa o el pantalón de moda, mejor elige reducir tu consumo, por ejemplo: al rentar prendas, intercambiar con tu familia y amigos, donar ropa, adquirir de segunda mano, extender su vida útil y ¡renovar aquellas prendas que ya casi no usas!
En Greenpeace estamos conscientes de que el consumismo es también un problema que debe resolverse con mejores directrices políticas y legales para transitar a un modelo de consumo responsable, en el cual se incluya la ropa. No dejes de firmar nuestra petición para que los gobiernos locales creen o modifiquen políticas en favor del planeta.
En Greenpeace estamos conscientes de que el consumismo es también un problema que debe resolverse con mejores directrices políticas y legales para transitar a un modelo de consumo responsable, en el cual se incluya la ropa. No dejes de firmar nuestra petición para que los gobiernos locales creen o modifiquen políticas en favor del planeta.
¡Actuemos contra la fast fashion!
En la actualidad, contamos con muchos estudios que arrojan evidencia del impacto ambiental que tiene la industria de la moda, acelerada con la fast fashion. ¿Qué podemos hacer ante esto?
En el reporte A New Textiles Economy se señala que el sistema lineal de producción es lo que causa un consumo desmedido de recursos y el gran número de consecuencias negativas en el ambiente.
La industria textil ocupa alrededor de 98 millones de toneladas al año de recursos no renovables y aproximadamente 93 mil millones de metros cúbicos de agua para producir ropa en el mismo plazo.
Por ello, a nivel industrial, lo que propone la Fundación Ellen MacArthur es un modelo circular (ya no lineal) de producción, basado en cuatro ejes fundamentales:
- Dejar de usar sustancias peligrosas en la producción y reducir los materiales que despidan microfibras.
- Aumentar la durabilidad de la ropa para reducir la pronta obsolescencia y sustitución acelerada de las prendas.
- Mejorar de forma radical el reciclaje, algo que puede lograrse desde el diseño de modas o el incentivo de uso de materiales tanto reciclables como reciclados.
- Volver más efectivo el uso de los recursos y transitar hacia energías y materiales renovables en la producción de ropa.
Si te interesa llevar una vida mucho más orientada al cuidado ambiental, no olvides descargar nuestras guías para lograr un consumo responsable.
Un modelo circular también ha sido recomendado por el CEMDA para la industria mexicana, con fundamentación y marcos legales para lograr su aplicación y dejar atrás los procesos lineales de producción.
Por supuesto, hay acciones que como consumidores también podemos emprender para combatir la fast fashion. La primera y más obvia es dejar de comprar marcas que incurren en esta práctica o reducir drásticamente nuestro consumo.
Fashion Takes Action, una organización canadiense sin fines de lucro, recomienda seguir las 7R, para llevar más allá el modelo tradicional de las 3R: reducir, rentar, resignificar, reparar, reusar, revender y reciclar.
En el sentido de reusar y revender, también es común cada vez más en redes sociales y marketplaces encontrar bazares virtuales de segunda mano, en los que se oferta la ropa de poco uso a precios más accesibles y así se logra extender la duración de las prendas.
De igual manera, revisa tu armario, quizá haya prendas que ya no uses y puedan ser donadas. Para eso busca emprendimientos u organizaciones locales que recolecten ropa. Organiza con tu familia y amistades una especie de bazar en el que intercambien sus prendas.
¿Has pensado que quizá ya no usas un suéter porque se descosió? ¡Aprende a repararlo! Sobre todo, evita tirar ropa en buen estado y comprar solo porque se ha lanzado una nueva colección, ¡seguro todavía hay prendas que te sirven!
Finalmente, es falso que el cambio de paradigma afecte de manera general a la industria. Se estima que si el sector de la moda cambiara su modelo de producción en favor del ambiente y en beneficio de sus trabajadores, es decir, al dejar atrás la fast fashion, habría un beneficio económico global de 192 mil millones de dólares.
El reciclaje es una buena solución para combatir la contaminación. Sin embargo, hay productos que no pueden ser reciclados. Haz clic para conocer cuáles son.
En Greenpeace estamos seguros de que el camino hacia un futuro sostenible comienza con un consumo responsable. Adoptar este estilo de vida impacta en muchos rubros: nuestra alimentación, la manera en que nos transportamos, la ropa que usamos.
Fuente: Greenpeace México
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