Utiliza materiales como la madera que actúa como sumidero de CO2 y apuesta por la eficiencia energética para conseguir viviendas de emisiones cero
Desde la Revolución Industrial, en el siglo XVIII, la mayoría de las sociedades ha forjado su progreso de espaldas a la naturaleza, estableciendo una disociación casi absoluta entre entornos naturales y espacios urbanizados. Sin embargo, a finales del siglo pasado, el calentamiento global puso en evidencia algunos efectos negativos de la acción humana sobre el planeta. Según las previsiones de ONU-Hábitat, en el año 2050, la población mundial rozará los 10.000 millones de habitantes, con crecimientos urbanos exponenciales localizados, sobre todo, en países como Asia y África. El arquitecto Vicente Guallart advierte de que este aumento demográfico equivaldría a construir una ciudad de cinco millones de habitantes cada mes durante 30 años, y deja claro que «si lo hacemos como durante el siglo XX, destruiremos el planeta. Ahora, tenemos una gran oportunidad para desarrollar nuevas formas de economía y utilizar el diseño y la arquitectura para hacer un mundo mejor».
La pandemia de Covid19 puede ser para muchos expertos ese punto de inflexión para cambiar de modelo y, en el sector de la construcción, en concreto, apostar por procesos más sostenibles en línea con la Agenda 2030 de la ONU, conectados con la bioeconomía circular.
Los edificios constituyen el 40% del consumo energético en España y son responsables de, aproximadamente, el 36% de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Solo durante su proceso constructivo, generan el 65% de las emisiones de toda su vida útil y es por ello necesario que todos los elementos de construcción evolucionen para evitar su huella de carbono. De ahí la importancia -apunta Guallart- de empezar a potenciar la utilización de materiales naturales, como la madera, a la que define como un «sumidero de CO2». «Ha crecido gracias a la existencia de sol y agua y, en su crecimiento, ha ido absorbiendo CO2. Por lo tanto, los edificios de madera, más que generar emisiones, las acumulan», explica el experto, quien añade que si, además, se siguen los principios de certificaciones energéticas como los del sello Passive Haus, que permite reducir el 80% del consumo de energía durante su vida útil, se pueden conseguir viviendas que, en general, sean de emisiones cero o, incluso, de emisiones negativas, porque pueden proporcionar energías verdes a los edificios del entorno.
La bioconstrucción es todavía un sector incipiente en España. Mientras que en América y en el norte de Europa existe una gran tradición constructiva en madera (Noruega cuenta con el edificio más alto del mundo construido con madera laminada cruzada -lo que se conoce como cross laminated timber), en nuestro país están empezando ahora a realizarse los primeros edificios de viviendas o de equipamientos de madera industrializada sin sobrecostes respecto a construcciones tradicionales, y los estudios de arquitectura están comenzando a utilizarla con una gran calidad de diseño.
Necesidad de una industria propia
Pero para impulsar y consolidar una nueva forma de construir, más respetuosa con el medio ambiente y también con la salud y el bienestar de las personas, los expertos coinciden en que es necesario desarrollar una industria propia. Guallart lamenta que en nuestro país hay gran cantidad de madera, sobre todo, en el País Vasco, Cataluña, Galicia y Castilla, pero hasta ahora no se han gestionado los bosques para producir madera para la construcción: «Si los bosques no se gestionan de manera sostenible, se degradan y se queman. Por lo tanto, darle valor a la gestión forestal y desarrollar con ello una industria propia de la construcción en madera o utilizando materiales naturales es una gran oportunidad para aportar a una economía verde, que ayude a luchas contra el cambio climático, y reduzca la dependencia económica de países que suministran petróleo».
Incorporar el uso de la madera en los procesos constructivos permitiría también modernizar el sector de la edificación con procedimientos industrializados y coordinar estrategias integrales del ciclo productivo que incluyan desde la explotación de los bosques hasta la finalización del ciclo de vida completo del edificio y su reciclaje. Pero, para ello, además de gestionar los bosques de una forma más eficiente, es necesario apoyo en todos los niveles de la cadena de valor: desde la creación y extensión de explotaciones forestales donde sea viable a un plan de desarrollo de las infraestructuras necesarias para hacerlas competitivas, ayuda y asesoramiento técnico en la creación o ampliación de las plantas de madera industrializada, así como a los promotores, proyectistas y profesionales que participan en la prescripción final de los materiales de construcción y campañas de difusión sobre el valor medioambiental del uso de la madera y su idoneidad técnica, con formación a todos los niveles.
Fuente: https://www.abc.es/#vca=logo&vmc=abc-es&vso=noticia.generica.natural&vli=cabecera
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