Ya sea que resuene o no a lo largo de las generaciones, la crisis de la salud ha sido un claro momento de ruptura, mostrando tanto la necesidad como el potencial de un mundo muy diferente. Pero el cambio dependerá de las elecciones, movimientos e ideas que definan nuestra respuesta.
La crisis de la salud ha borrado las líneas entre los muchos desafíos que enfrentamos en el siglo XXI. ¿Cómo vivimos juntos en un mundo globalizado, qué es lo que más valora nuestra sociedad, cómo relacionarse con la ciencia, la medicina y la tecnología, y cómo revertir el deterioro ambiental? A través de la pandemia, estas cuestiones fundamentales han convergido en torno a lo que está en su centro: la vida y la convivencia. El efecto es que 2020 se ha vivido como una crisis general: el impacto de la crisis de la salud y el colapso económico, mientras los incendios forestales y los ciclones arden y aumentan los conflictos dentro y entre sociedades. La humanidad también ha mostrado sus mayores fuentes de esperanza a lo largo de la pandemia: solidaridad y cuidado, cooperación e inventiva.
El virus expone profundas injusticias en sus efectos devastadores y la vulnerabilidad de muchos países occidentales revela la fragilidad de los sistemas preparados exclusivamente para la eficiencia del mercado.
En medio de cambios sociales radicales, cambios de comportamiento e intervención del gobierno, se han presentado muchas visiones para un mundo mejor después de la pandemia. Después de todo, el virus expone profundas injusticias en sus efectos devastadores y la vulnerabilidad de muchos países occidentales revela la fragilidad de los sistemas preparados exclusivamente para la eficiencia del mercado. Covid-19 no es simplemente un desastre natural. Mientras continúa la investigación sobre sus orígenes, el uso de la tierra para la extracción y un sistema alimentario industrializado son factores clave en la aparición de nuevas enfermedades mortales. Sin embargo, un patógeno no será suficiente para generar un futuro más justo y sostenible; las acciones de estados, movimientos, comunidades y empresas serán críticas.
Es a través de esta lente que esta edición del Green European Journal aborda la pandemia y lo que significa para la sociedad. Desde el papel de la mujer en el trabajo esencial hasta la acelerada digitalización del trabajo y la vida social, la pandemia refuerza y reconfigura las divisiones y desigualdades existentes. Visto en el resurgimiento global de la organización antirracista y los paisajes políticos cambiantes, surgen nuevas solidaridades, narrativas y tensiones. Como se siente en los sitios turísticos desiertos de Italia, los barrios abarrotados de Barcelona y los nuevos municipios verdes de Francia, las cuestiones de los servicios públicos, el espacio y el medio ambiente que definen la vida en la ciudad adquieren una urgencia aún mayor. Frente al precio de los peligrosos recortes del sector público en muchos países, la edición continúa explorando las deficiencias de nuestro modelo económico y el papel indispensable pero cambiante del estado de bienestar para garantizar el bienestar de todos.
Aunque los expertos en salud y los científicos advirtieron durante años sobre el riesgo de una pandemia, es comprensible que la primera ola cogiera a Europa por sorpresa. A través de la solidaridad, tanto espontánea como canalizada a través del estado del bienestar, las sociedades europeas lo lograron. La severidad de una segunda ola meses después plantea más preguntas sobre la resiliencia, la capacidad del Estado y una preocupante tendencia a la complacencia. Para una Unión Europea acostumbrada a tambalearse entre crisis, la pandemia sigue poniendo a prueba su marco institucional. A pesar de un fondo de recuperación provisional, su política permanece distante de la realidad sobre el terreno y limitada por los juegos de poder entre sus miembros. La próxima frontera para la cooperación europea, sean cuales sean los obstáculos, debe ser una política positiva centrada en el bienestar, la salud y la solidaridad.
La pandemia golpeó justo cuando la ecología se estaba ajustando a una nueva centralidad. Si bien la lucha contra el cambio climático está lejos de ser ganada, ahora da forma a la política a nivel nacional y mundial. Con Covid-19, las consecuencias son mucho más profundas. La crisis sanitaria, los bloqueos y la recesión volvieron a poner los servicios públicos y el empleo en el centro del debate, pero, al mismo tiempo, los problemas ecológicos, desde la contaminación del aire y el espacio urbano hasta la economía del cuidado y la calidad de vida, solo se han vuelto más urgentes. En muchas ciudades, regiones y países europeos, los partidos verdes gobiernan en medio de una crisis, enfrentados a difíciles concesiones y prioridades inesperadas.
Con Covid-19, la conexión entre nuestra salud y la del entorno en general se ha vuelto inmediata y personal.
En un escenario político tumultuoso en medio del creciente descontento, el gobierno verde debe canalizar las demandas de los nuevos movimientos y responder a las personas más allá de las consistencias tradicionales, si quiere tener un impacto decisivo. Pero asegurarse de que no se pierdan los vínculos entre la crisis sanitaria, el calentamiento climático y la extinción masiva es el verdadero desafío. Con Covid-19, la conexión entre nuestra salud y la del entorno en general se ha vuelto inmediata y personal. En esta tangibilidad se encuentra una poderosa narrativa que debe desbloquearse para impulsar el cambio hacia un futuro mejor. Mucho más que una cuestión medioambiental, toca todos los aspectos de cómo vivimos juntos, trabajamos y producimos y tomamos decisiones colectivas.
El año 2020 marca nuestra entrada inequívoca al siglo XXI. La política de la vida está aquí en toda su complejidad. A diferencia de las crisis financieras, las guerras o la agitación política, esta crisis de salud ha detenido todo. Reiniciar la sociedad de una manera que evite que vuelva a suceder lo mismo requerirá un recableado profundo, cuya necesidad ahora debería estar fuera de discusión. La ecología política es esencial para navegar por esta incertidumbre. Mediante el fortalecimiento de la solidaridad y la resiliencia, la creación de un nuevo consenso sobre lo que realmente importa y la creación de una nueva relación con el mundo natural, puede mantener la vida y la convivencia en el centro de nuestra política.
Por: Jamie Kendrick, https://www.greeneuropeanjournal.eu/
Comments are closed