La escalada de tensiones dio lugar a una serie de enfrentamientos, en el peor de los cuales (a mediados de junio) murieron veinte soldados indios y una cantidad no revelada de miembros del EPL.
NUEVA DELHI – El año 2020 será recordado no sólo por la crisis de la COVID‑19 y el fin de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, sino también como el inicio del ajuste de cuentas con China. Con su reputación internacional dañada por la pandemia y una creciente resistencia a sus avances territoriales, China está perdiendo rápidamente capacidad para perseguir sus ambiciones geopolíticas. Y en ningún lugar es más evidente que en las relaciones con la India.
Fue un cínico intento de aprovechar no sólo el caos y los padecimientos causados por el más infame producto de exportación global de China, la COVID‑19, sino también una duradera política de apaciguamiento del primer ministro indio Narendra Modi. En los seis años anteriores, Modi se reunió con el presidente chino Xi Jinping dieciocho veces, con la esperanza de alentar relaciones más amistosas (y debilitar el eje China‑Pakistán).
Esta esperanza le impidió ver los preparativos que hacía China para la agresión, incluidos ejercicios de combate y la construcción frenética de infraestructuras militares a lo largo de la frontera. En este sentido, Modi repitió el error del primer gobernante de la India después de la independencia, Jawaharlal Nehru, cuya obstinación en cortejar a Mao Zedong permitió a China anexar Tíbet, lo que eliminó el colchón territorial que la separaba de la India. Las incursiones chinas culminaron en 1962 con la guerra en la frontera en los Himalayas, que comenzó con un ataque por sorpresa del EPL y terminó con pérdidas territoriales para la India.
Esa guerra destrozó las ilusiones indias de que China pudiera ser un socio de confianza y provocaron un abandono del pacifismo. Con la reciente agresión china en los Himalayas, parece que la India está aprendiendo otra vez la misma lección. Ya correspondió los despliegues de tropas chinas a lo largo de la frontera y ocupó posiciones estratégicas en el área.
La escalada de tensiones dio lugar a una serie de enfrentamientos, en el peor de los cuales (a mediados de junio) murieron veinte soldados indios y una cantidad no revelada de miembros del EPL. Al convertir una frontera antes poco patrullada en una frontera «caliente» y dejar abierta la posibilidad de más sorpresas militares (mientras profundiza los lazos estratégicos con Pakistán) China deja a la India sin otra opción que un fortalecimiento considerable de su posición estratégica.
Por eso la India ha estado probando una serie de sistemas misilísticos avanzados, entre ellos un misil crucero hipersónico, un torpedo‑misil híbrido (que puede emplearse contra submarinos y contra portaaviones) y un misil antirradar (diseñado para buscar y destruir sistemas de defensa aérea enemigos equipados con radar). Esto supone una sustancial inversión de la India en modernización militar.
El refuerzo militar indio también incluirá una importante ampliación de la capacidad naval, que permitirá a la India fortalecer su posición marítima, incluida la apertura de un frente en el Océano Índico, a través del cual pasa buena parte del tráfico comercial de China (y la mayor parte de sus suministros energéticos).
Pero la India no está sola en la confrontación con China. En noviembre, Australia, Japón y Estados Unidos participaron con la India en los juegos de guerra naval de Malabar, el primer ejercicio militar con participación de todos los miembros del «Quad», una coalición estratégica informal compuesta por las cuatro principales democracias de la región del Indo‑Pacífico.
Profundizar la cooperación dentro del Quad es un elemento central de la política de Estados Unidos para el Indo-Pacífico, que pone especial atención en el ámbito marítimo. Visto que en Estados Unidos hay consenso bipartidario respecto de la necesidad de contrarrestar el expansionismo chino, es improbable que esta política vaya a tener cambios significativos durante el gobierno del presidente electo Joe Biden.
Una alianza estratégica entre Estados Unidos y la India es una vieja pesadilla para China. Pero al devolver los gestos de paz de Modi con conquistas territoriales encubiertas, Xi facilitó el surgimiento de esa alianza. Fue en respuesta a la agresión china que en octubre, la India finalmente suscribió el último de cuatro acuerdos «fundacionales» entre Estados Unidos y sus aliados, cuyos términos se negociaban hace más de diez años.
Además de la cooperación (diplomática y militar) con estados afines, otra herramienta de contención de China para la India es denunciar sus actividades neocoloniales, por ejemplo la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Y es probable que intente frustrar el plan de Xi de apropiarse de la institución del Dalai Lama (con sus 442 años de historia) y cimentar el poder de China sobre el Tíbet. Puesto que el Dalai Lama actual manifestó que su «reencarnación aparecerá en un país libre», la India debe ayudar en forma tácita a los exiliados tibetanos a encontrar al sucesor en las regiones budistas tibetanas indias en los Himalayas, de donde ya salió un Dalai Lama a fines del siglo XVII.
Otra dimensión probable de la nueva estrategia de la India hacia China será la búsqueda de un desacople económico administrado y selectivo. La balanza comercial de China con la India constituye su tercer superávit bilateral más grande (después de Estados Unidos y la Unión Europea). Ahora que la India se dio cuenta de que depender de China para la obtención de suministros cruciales es una locura, no hay dudas de que esto cambiará.
Desde su fundación en 1949, la República Popular acrecentó su territorio a más del doble mediante la anexión de tierras ancestrales de minorías étnicas y la captura de territorios extranjeros. En este contexto, sus últimas incursiones en el territorio indio de los Himalayas pueden ser una amenaza significativa para la estabilidad del Indo‑Pacífico. Felizmente, las potencias regionales (comenzando por la India) están oponiendo resistencia. Y con el creciente apoyo de Estados Unidos y otras potencias occidentales a esa resistencia, todo indica que llegará el día en que Xi lamentará las decisiones que tomó en 2020.
Comments are closed