El cuestionamiento al intervencionismos estatal en la industria europea, por ejemplo ya dejó de sonar fuerte los últimos años. Más aún teniendo claridad de la política proteccionista de China y su arremetida en industrias estratégicas en diferentes partes del planeta, las alarmas europeas han saltado, cada vez más fuerte. Peor ahora, sabiéndonos en una crisis sanitaria que ha impactado con dureza la economía de todas las naciones, incluyendo las más desarrolladas como Alemania, por ejemplo
Algunos ejemplos de ellos lo encontramos en la «Estrategia industrial 2030» y la «Estrategia de alta tecnología 2025» las cuales muestran que, incluso antes de la pandemia, políticos como el ministro de Economía Peter Altmaier tendían a ir más allá de simplemente corregir fallas ocasionales del mercado y experimentar dejando que el Estado se volviera más activo abiertamente. Eso es lo que está destacándose hoy.
La nueva política industrial europea
Es sabido del direccionamiento europeo hacia la digitalización e industria 4.0 aunado a la descarbonización de la industria y el pacto verde. El ingente recurso económico puesto sobre la mesa se orienta a ello. Esta nueva realidad requiere un sistema fiscal distinto más promotor y preparado para una estrategia de inversión responsable y sostenible. Antonio Papell, en un artículo publicado en junio del presente año denominado «La Reforma Fiscal Justa. Por una Nueva Política Industrial» ya mencionaba los cambios que estaba experimentando Europa al respecto.
«Carlos Solchaga es el padre de la conocida afirmación “la mejor política industrial es la que no existe”. Durante un largo tiempo, este fue el criterio transversal de Occidente, practicado por liberales y socialdemócratas, salvo en Francia, donde el Estado, tanto en manos de conservadores como de progresistas, ha mantenido siempre un intervencionismo claro en sectores como el acero, la automoción o la energía, entre otros. En cualquier caso, la ortodoxia neoliberal era partidaria de dejar que la mano invisible del mercado asignara los recursos, de que el Estado no interfiriese y de que los procesos productivos se autorregulasen mediante la competencia«, afirmaba Papell.
Sin embargo, continúa afirmando Papell, estas certezas han comenzado a tambalearse hace algún tiempo, en especial por la creciente presencia de China, una economía intervenida que hace competencia desleal universal en el marco de la globalización. El coronavirus nos ha permitido tomar conciencia de la situación, ya que al comenzar a expandirse un patógeno desconocido, que además era de procedencia china, nadie disponía de material sanitario suficiente… salvo la propia China, que ha terminado suministrando mascarillas, respiradores y toda suerte de protectores y utensilios a la comunidad internacional. Así hemos conocido también que la mayor parte de los antibióticos y de las medicinas en general que se consumen en el mundo están fabricados en China. En todo Occidente, han surgido voces clamando por la creación de una industria europea de la salud, que nos permita ser autosuficientes y no depender de terceros como actualmente
La primera señal de que el concepto de política industrial recobraba vida en la UE — es decir, en Alemania, donde se había criticado por sistema la postura intervencionista francesa— tuvo que ver con argumentos laborales: los puestos de trabajo en la industria son de calidad, están bien remunerados y poseen envidiable estabilidad. El cambio de postulados llegó cuando se mitigaba la crisis anterior: en enero de 2014, la Comisión presentó la Comunicación titulada «Por un renacimiento industrial europeo», que se centraba en invertir la tendencia del declive industrial y alcanzar el objetivo del 20% del PIB para las actividades manufactureras para 2020.
Alemania al centro
Para Mazzucatto y Katell el Estado necesita ser más innovador. «Si bien algunos todavía niegan el cambio climático, el gobierno federal de Alemania está a la vanguardia este año. Al menos estabilizando la economía en la crisis de Covid 19 y, al mismo tiempo, invirtiendo en la construcción de una economía más verde, más justa y más digitalizada. Por lo tanto, Alemania continúa alejándose de un entendimiento liberal más fuerte, según el cual el Estado solo está allí para determinar las reglas del juego y dejar todo lo demás a la economía libre» afirman los autores.
La política de Alemania nunca ha estado tan basada en principios como sugiere la narrativa oficial. Como sostiene el historiador Werner Abelshauser, el éxito alemán después de la Segunda Guerra Mundial se basó en realidad en una «política reguladora de la mano visible». El Estado apoyó las instituciones de investigación, desarrollo y educación que se ubicaron alrededor de los principales centros industriales. La transición energética alemana fue impulsada por el gasto público del banco de desarrollo KfW, cuyas inversiones en una transformación verde de la economía aumentaron casi seis veces entre 2000 y 2016 a 26 mil millones de euros. KfW otorgó préstamos particularmente baratos para inversiones que se utilizaron, por ejemplo, para reducir el costo de materiales en el sector del acero con el fin de proteger el clima, lo que ha ayudado, sentencian Mazzucatto y Katell.
Protegiéndose de China
El peligro a la autonomía industrial europea llega desde el gigante asiático. Por ello es que Europa está muy atenta y alerta con las innovaciones de política que se necesitan para encararlo. Ya la potente Federación de la Industria de Alemania (BDI) ha estado en contra de la permanente irrupción china en la propiedad de importantes conglomerados industriales alemanes.
«El cambio alemán de postura ha sido muy revelador. La mencionada BDI ha puesto sobre la mesa la cuestión clave: China es una economía dirigida y lo seguirá siendo, por lo que es absurdo intentar competir con ella con las exclusivas armas del mercado y la competencia. Por eso la BDI apuesta por aplicar más recursos públicos en “investigación, desarrollo, educación, infraestructura y tecnologías innovadoras” e invita a alemanes y europeos a crear una “ambiciosa política industrial para Europa” enfocada hacia “la innovación, la regulación inteligente, los partenariados sociales, la infraestructura y la promoción del comercio libre”. De hecho, Alemania, de la mano del actual ministro de Economía y Energía, Peter Altmeier, ha producido una “Estrategia industrial 2030”, cuyo subtítulo es “Directrices estratégicas para una política industrial alemana y europea”. La sola idea de que tal documento podría redactarse hubiera chirriado hace apenas unos años.
La necesidad de una política industrial no sólo es defensiva. Como ha escrito recientemente Antonia Díaz en un artículo publicado en ‘Nada es gratis” (“Política industrial: el regreso”), están actualmente dos grandes revoluciones en marcha, la digital y la ecológica, que han de pugnar con la pandemia del coronavirus y el cambio climático, por lo que “tenemos que transformar rápidamente nuestros sectores productivos para que sean seguros, digitales y ecológicos. Esa rapidez requiere de coordinación para explotar complementariedades y sinergias. Esa coordinación sólo puede ser pública. La cuestión, por supuesto, es cómo hacerlo”. A los gobiernos les corresponde responde determinar ese cómo.
Entre Alemania y España
La preocupación en nuestro país, se centra en esta nueva política industrial que sigue estando rezagada frente a lo que presenta Alemania, para comparar sus aciertos y ventajas.
Vicente Nieves en El Economista afirmaba tal diferenciación. Primero, el desplome de la actividad ha sido muy superior en España. Por un lado, el covid-19 ha tenido un impacto y propagación superior en España que en Alemania, lo que a su vez ha afectado en mayor medida a la economía. Por otro, una mayor parte del sistema productivo de Alemania pudo seguir funcionando (teletrabajando o manteniendo la industria en marcha) gracias a la mayor orientación de su economía hacia ciertos bienes industriales y servicios de mayor valor añadido que no requieren de tanto contacto social.
Así, la caída trimestral del PIB en España fue del 17,8% y en Alemania del 9,7% (en países con menor incidencia del covid y muy digitalizados como Estonia la caída fue solo del 5,6%). La diferencia entre ambos países fue causada por una mayor corrección en el consumo privado de España (cuatro puntos más que en Alemania), y en las exportaciones y la inversión. Para colmo, el consumo público, el único componente que contribuyó de forma positiva, fue en Alemania también dos décimas mayor (Berlín cuenta con mayor espacio fiscal).
Ahora, la recuperación está siendo más sólida y estable en Alemania (aún así no es tan perfecta como la de China). Una vez más, la gestión del covid y el sistema productivo tienen la respuesta. Las exportaciones germanas están impulsando la vuelta al crecimiento del PIB, junto con una política fiscal muy expansiva (bajadas de impuestos y gasto público discrecional). Los expertos descifran estas diferencias: «Esperamos que las exportaciones de servicios, en particular las relacionadas con el turismo, sigan deprimidas, mientras que las exportaciones de bienes muestran una sólida recuperación e incluso podrían sorprender al alza», aseguran Daniela Ordonez y Katharina Koenz, economistas de Oxford Economics.
«Esto significa que las perspectivas para las exportaciones son marcadamente desiguales entre los estados miembros de la Eurozona, y los que dependen de las exportaciones de servicios de viajes y transporte (España) son los que más sufren y lo harán durante más tiempo, mientras que los que se centran en productos manufacturados probablemente se recuperen más rápidamente (Alemania)», sentencian estas economistas en una nota publicada esta semana.
Además, Alemania está aprovechando la recuperación en ‘V’ de la economía China, que se ha convertido en su principal mercado para las exportaciones (descontando la zona euro) tras rebasar a EEUU este verano. Alemania exporta, sobre todo, vehículos y maquinaria industrial al ‘gigante asiático’, que es el único país de los grandes que logrará crecer este año pese a haber sido el primer epicentro de la pandemia. Por el contrario, el turismo sigue sin llegar a España y podría tardar un tiempo en hacerlo.
Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics, comentaba este verano que «la estructura económica del país (España) es un factor clave para explicar el impacto. Un importante sector turístico, un mercado laboral con una alta proporción de contratos temporales y muchas pequeñas y microempresas explican por qué el impacto económico ha sido tan devastador».
Conclusiones
Lo cierto es que el mundo industrial está viendo retornar la intervención estatal en los procesos productivos. Sin llegar a ser totalmente proteccionistas, por esta dinámica de apertura y mercados globales, las naciones europeas necesitan proteger sus propias industrias que dinamizan sus variadas y distintas economías. Ello crea puestos de trabajo directo e indirecto a través de cadena de suministros integrados que aborda el bienestar general de sus ciudadanos.
Comments are closed