Miguel Ángel Ajuriaguerra Escudero, Universidad Rey Juan Carlos
Como consecuencia de la crisis de la covid-19, el Parlamento Europeo aprobó para los países miembros el mayor paquete de ayudas de su historia. Conocido como fondos Next Generation, su valor total es de 750 000 millones de euros.
España es uno de los países más favorecidos en la distribución de ayudas con un total de 140 000 millones de euros. Para su coordinación, se ha elaborado el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia “España Puede”.
El objetivo del plan es canalizar los fondos para modernizar la economía española a través de la creación de empleo. En la actualidad, España se encuentra sumida en la ejecución de la primera fase de las ayudas, que ha sido dotada con una partida de 23 300 millones de euros. Esta fase comenzó en el segundo trimestre de 2021 y durará hasta finales del año 2023.
¿Dónde van las ayudas?
Las ayudas se distribuirán mediante subvenciones y licitaciones para ministerios, comunidades autónomas e incluso ayuntamientos. No obstante, hasta ahora, esta primera fase está resultando un deja vu del famoso Plan E, ya que desde los organismos europeos se apunta la falta de información sobre la distribución de las ayudas en España.
Sin embargo, en los municipios españoles ya se empiezan a ver numerosas obras que, por supuesto, se inauguran antes del inicio de calendario electoral tal como marca la ley. Algunos ejemplos de estas obras son las mejoras de firmes, aceras y jardinería.
Llevar a cabo estas obras solo con fines electorales puede suponer un problema más adelante. Muchas de ellas se realizan para perdurar y el costo de modificarlas o sustituirlas es muy elevado. Además, las obras de construcción provocan un grave impacto ambiental y energético.
Así, el ritmo cortoplacista electoral puede dejar sin atender el plan largoplacista ambiental, que es el que verdaderamente fundamenta la existencia de los fondos Next Generation.
Rehabilitación de viviendas vulnerables
De esta forma, llegamos a la problemática de las ciudades. Cada vez más barrios se encuentran en riesgo de vulnerabilidad tanto por los costes energéticos de confort como por el estado de envejecimiento de sus edificaciones.
Son estos mismos barrios los que por los intereses electorales y de reactivación económica se ven envueltos en obras de mejora. Una obra muy común en la actualidad es la de mejora del consumo energético mediante el aislamiento de fachadas. No obstante, estas obras ni abordan ni consideran el problema de fondo que es el estado real del inmueble.
Además, España tiene uno de los parques inmobiliarios más envejecidos. Las ayudas a la rehabilitación de viviendas son escasas o destinadas a comunidades de vecinos, como en el caso de la rehabilitación de fachadas, obviando otras problemáticas derivadas del envejecimiento como son unas infraestructuras obsoletas de saneamiento, agua y electricidad. O, peor, una estructura deficiente con patologías serias.
A su vez, las comunidades vulnerables, en muchas ocasiones, difícilmente pueden hacer frente al desembolso inicial de los proyectos de obra y rehabilitación.
Esto supone un gran problema medioambiental y energético debido al consumo que hacen las viviendas y edificios para alcanzar el confort. Son las viviendas vulnerables las que peores comportamientos energéticos tienen y sus propietarios son también los que menos recursos tienen para afrontar reformas.
A pesar de todo, las periferias urbanas siguen creciendo con barrios nuevos, consumiendo tanto suelo como recursos naturales fundamentales para el futuro de quienes nos seguirán.
¿Dónde están los barrios con menos recursos?
Dependiendo de la localización, la distribución de los barrios y viviendas vulnerables es dispar. Por ejemplo, en Portugal estos barrios suelen corresponder con los históricos, pero en España responden más a los barrios de la periferia de los años 50 a 80.
De esta forma, mientras que España ha invertido mucho en recuperar su legado histórico y patrimonial, otros países han desarrollado más sus periferias generando diferencias y asimetrías en el estado actual europeo de urbanización y edificación.
Si comparamos los barrios vulnerables de Oporto con los de Madrid, observamos que mientras que en la primera la vulnerabilidad se sitúa en el centro en el caso madrileño es en la periferia del sureste.
Edificios moribundos
Independientemente de lo anterior, el problema medioambiental y energético es el mismo en ambos casos: edificios antiguos o mal construidos que no responden a las necesidades de confort actuales.
Por mucho que nos cueste entenderlo, los edificios también envejecen y mueren. Por eso a veces es más importante considerar su derribo antes que afrontar una rehabilitación para no pasar frío o mejorar el consumo energético. Además, es muy importante considerar que para conseguir que un edificio alargue mucho su vida hay primero que construirlo bien y luego invertir mucho en su mantenimiento.
Un aspecto fundamental que se debería considerar por parte de todos los gobiernos europeos es que para solventar muchos problemas medioambientales y promover una eficiencia energética adecuada del parque inmobiliario es aconsejable derribar, reciclar o reutilizar y finalmente reconstruir. Ya que, a veces, por mantener la vida de los edificios más obsoletos, el coste de mantenimiento o de confort es mucho más elevado que el del derribo y su nueva construcción. Es importante asumir que ninguna construcción es eterna, exceptuando los monumentos.
Desde la concepción inicial del edificio es importante considerar y planificar su obsolescencia para poder reemplazar los elementos necesarios sin realizar demoliciones y favorecer así el mantenimiento, conservación y reposición adecuadas para todas las personas, independientemente de su economía y del coste medioambiental. Una planificación adecuada reduce los costes durante el ciclo de vida del edificio.
Así se podrían solventar muchos de los problemas inmobiliarios de los más vulnerables. En la actualidad, muchas de las soluciones energéticas y medioambientales de la edificación son soluciones llamadas de batamanta, que no dejan de ser parches costosos que pocos problemas resuelven con respecto al envejecimiento tanto de la edificación como de sus propietarios.
Además, como en el caso de Oporto, en las tramas históricas es más difícil emplear soluciones de batamanta ya que son poco adaptables a las características históricas de los edificios y a su valor patrimonial.
Por todo lo anterior, es más importante que nunca considerar que el adecuado uso de los fondos Next Generation determinará el legado que vamos dejar a las generaciones futuras y sus posibles problemas de vivienda y consumo energético.
Miguel Ángel Ajuriaguerra Escudero, Dr. Arquitecto, Especialista en Planificación Estratégica en el Área de Análisis Geográfico, Universidad Rey Juan Carlos
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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